(05 de marzo, 2014).- El apartheid, o segregación racial, pretendía la estricta y definitiva separación de las diversas comunidades en África para establecer el desarrollo separado que otorgara la seguridad de la raza blanca, así lo indicó esta tarde la profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Leonor Bettanzas, durante la conferencia “El apartheid: una forma del fenómeno colonial europeo” realizado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
La segregación racial se practicaba desde finales del siglo XIX, sin embargo, la legalización de la misma, comentó la académica, fue un proceso largo que hasta finales del siglo XX se transformó, buscando dejar en un proceso incompleto, que el 21% de la población blanca en Sudáfrica, decidiera sobre el resto.
La vida de Sudáfrica estaba determinada por el sector minero industrial explotado por los ingleses y el sector agrario en manos de los llamados afrikáner, colonos blancos de origen holandés, quienes para llevar a cabo sus necesidades de maniobra, lograron por la vía legal que el gobierno implementara leyes como la referente a minas en la cual se impusieron trabajos de acuerdo al color de piel.
A través de las normas, señaló Betanzas durante su exposición, se logró prohibir a los nativos vivir en las urbes, despojar a los nativos de sus pertenencias y tierras, e incluso, las relaciones sexuales entre blancos y negros, mismas que de haberse contraído en el exterior, eran anuladas.
Para 1950 se creó la Ley de Registro de la Población, la cual clasificó a los habitantes en cuatro grupos raciales. En primer lugar, las personas negras que abarcaban el 79% de la población, definidas como toda aquella persona que se aceptara como miembro de una raza o un grupo aborigen.
En segundo lugar, los pobladores blancos, entre los cuales se aceptó a habitantes japoneses, para juntos representar apenas el 20% de la población. Los mestizos y provenientes de China, significaron el 10% y por último, los indios traídos para la explotación minera.
Las leyes de discriminación racial continuaron, apuntó la docente, se proclamó una ley de circulación de los habitantes, por medio de la cual, fuera de las reservas donde los negros se encontraban, éstos sólo podían transitar cerca de su zona laboral, y en caso de no poder regresar a sus hogares tras su jornada de trabajo. El gobierno creó los tank ships, lugares alejados de las zonas habitacionales de blancos donde los negros podían pasar la noche.
Las constantes leyes en contra de la población negra, llegaron hasta la prohibición de entrada a bibliotecas, parques, bancos, hospitales, transporte público, generando un malestar entre éstos. Hasta que en 1952, Nelson Mandela organizó una campaña de desobediencia civil sin violencia que le costó una primera condena.
Dado el crecimiento de fuerza que Nelson Mandela tuvo en 1952, el gobierno decidió silenciarle por medio de una aprehensión que duraría 27 años.
Entre 1990 y 1991 por la vía de las normas, fue abolido el apartheid, derogando las leyes que habían fomentado la segregación racial desde 1948. Para marzo de 1992, se presenció la última votación ejercida por gente blanca, en la cual se concedió facultades al gobierno de De Klerk para avanzar en negociaciones para una nueva constitución con el Congreso Nacional Africano cuyo líder fue Mandela y otras organizaciones de población aborigen.
Para 1994, la población negra emitió su voto para elegir a Mandela como presidente de Sudáfrica, empero, ello no conllevó a la eliminación del apartheid en su totalidad, declaró más tarde el profesor de la Universidad del Mar en Oaxaca, Massimango Canbago.
“La gran frustración de Mandela fue no acabar con el apartheid económico en Sudáfrica, su gran mérito, haber liberado a los negros de frustraciones y a los blancos de sus temores”, dijo el docente.
Al respecto, Sergio Padilla, maestrante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, mencionó que “generalmente se piensa en el fin del apartheid como el gran legado de Mandela […] sin embargo, lo que pasó en 1994 con su triunfo, no permite pensar que sea suficiente para el aniquilamiento del apartheid”.
A decir del periodista Témoris Grecko “la ostentación de una élite negra incorporada al poder económico blanco genera frustración entre la mayoría que sigue viviendo en condiciones de marginación, con un desempleo de 25 por ciento entre la población en general, que alcanza 40% de la mayoría negra (80 por ciento de los sudafricanos)”.
Para los ponentes del foro organizado por el Seminario Permanente de Estudios Africanos de la UNAM, pensar en la erradicación del apartheid en Sudáfrica como un hecho concluso, aún dista de la realidad.