Todos los días, los diarios dan cuenta de la captura de cargamentos de droga y arrestos de presuntos narcotraficantes, en su mayoría peces chicos que se proponen salir de la pobreza con actividades ilícitas. Las policías redoblan los mecanismos de control y represión al gigantesco negocio de las drogas. Las cárceles están llenas de “mulas” y correos. En la tarea se involucra cada vez más a los ejércitos. Los parlamentos endurecen las legislaciones. Este es el tema obligado en las agendas de las cumbres presidenciales y en las reuniones de cancilleres.
En México y Colombia se han dado duros golpes a los cárteles de la droga. Pero estos esfuerzos, acciones y medidas resultan insuficientes. El negocio de los estupefacientes no disminuye. Unos capos caen, pero inmediatamente otros lo reemplazan. El poder que han adquirido los capos de la droga es insospechado. Los dineros calientes están presentes en las campañas electorales, así como en el sistema bancario y financiero.
En el decenio de 1980, el tráfico de heroína y cocaína aumentó rápidamente, en la década de los 90 se estabilizó. Los decomisos llegaron a menos de un tercio de lo producido. Pero el consumo no disminuyó.
La prioridad de la lucha anti-drogas de Estados Unidos es México, tras la detención de los jefes de las mafias de Colombia. Los cárteles mexicanos abastecen al 50% del mercado estadounidense. Investigaciones de la UNAM indican que las bandas de traficantes que operan en México obtienen ganancias de entre 15,000 y 30,000 millones de dólares, de los cuales 800 se destinan a sobornar a las autoridades.
Paulatinamente, los militares mexicanos se han subordinado a los estadounidenses en esta guerra. A cambio reciben equipos y entrenamiento. Conceptos como la soberanía nacional han sido borrados para dar paso a la “cooperación internacional”.
La “guerra contra las drogas” ha permitido el crecimiento de la economía del narcotráfico, un gran negocio de alrededor de 25 mil millones de dólares anuales que perciben los narcotraficantes mexicanos gracias al mercado estadounidense. Se ha beneficiado la industria del armamento (procedente principalmente de EU) y los traficantes de armas, así como las agencias como la DEA (Drug Enforcement Administration) o el FBI (Federal Bureau of Investigation), cuyos presupuestos están garantizados mientras la guerra siga.
Los grandes perdedores son países como México y Colombia, donde la violencia del narco ha significado la pérdida de territorio frente al crimen organizado, ingobernabilidad, degradación social y grupos paramilitares. Además de la corrupción en detrimento de sus instituciones.
De no modificarse la estrategia seguida hasta el momento en el combate a los cárteles de la droga, pronto tendremos unas fuerzas militares desprestigiadas y un caos generalizado por el desorden público causado por el terrorismo de las mafias actuales y las emergentes.
Mientras no se legalicen las drogas, el margen de maniobra es reducido y se mueve en un mismo esquema con más o menos intensidad. La mejor posibilidad para reducir el actual paradigma es la legalización-regulación de la producción, tránsito, comercialización y consumo de las drogas, en particular la mariguana.
ABOLIR ESTRATEGIA PROHIBICIONISTA
Tras su reciente visita a México, la semana pasada, el presidente colombiano Juan Manuel Santos dijo que en la próxima reunión de la ONU sobre narcotráfico en 2016, Colombia y México actuarán juntos para abolir la estrategia prohibicionista promovida desde hace medio siglo por EU.
En Estados Unidos la producción, venta y uso de mariguana con fines medicinales o recreativos ya son legales en más de la mitad de su territorio, mientras en Latinoamérica se sigue criminalizando esta droga.
“El mundo tiene una oportunidad única”, dijo, para replantear el enfoque del problema del narcotráfico en la sesión especial sobre Drogas de la Asamblea General de Naciones Unidas (UNGASS), a celebrarse en 2016 en Nueva York.
Santos advierte que un acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC) puede causar que los narcos mexicanos intenten ocupar los espacios que esa guerrilla abandone en el mercado de drogas. “Si se llega a un acuerdo final, las FARC se han comprometido a contribuir de manera efectiva con la solución definitiva al problema de las drogas ilícitas, y poner fin a cualquier relación que hayan tenido con este fenómeno”.
De acuerdo son el semanario “Proceso”, Santos Pidió a Enrique Peña Nieto actuar de manera coordinada en la reunión de la ONU en 2016 para reformar la política antidrogas prohibicionista y represiva que tanta violencia ha provocado en ambos países.
La visita de Estado produjo acuerdos importantes, entre ellos la firma del memorando de entendimiento entre México y Colombia para el establecimiento de una relación estratégica; el acuerdo de colaboración en materia académico-diplomática entre las cancillerías de ambos países, así como el acuerdo de cooperación mutua en materias de seguridad y defensa entre la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina de México y el Ministerio de Defensa de la República de Colombia.
Santos y Peña Nieto reiteraron que Colombia y México trabajan para lograr una mayor colaboración y eficaz combate al narcotráfico y al crimen organizado. Un acuerdo de cooperación en materia de seguridad para combatir de manera recia el narcotráfico y las bandas criminales fue uno de los principales logros de la visita oficial del presidente colombiano.
Todo lo anterior como muchos de los acuerdos que se firman entre los titulares de los máximos poderes definen la intención de realizar muchas acciones conjuntas, desgraciadamente casi ninguna tiene efectos prácticos por lo que los resultados son inexistentes y en algunos casos, como en los acuerdos comerciales, perjudiciales para México.