Una gran y silenciosa epidemia está matando a un número creciente de estadounidenses; los blancos no hispanos situados en la franja de edad que va de los 45 a los 54 años. El fenómeno –que no tiene parangón en ningún otro país y no ocurre en ningún otro grupo racial o demográfico– ha quitado la vida a casi medio millón de personas en los últimos quince años, lo que solo es comparable a la propagación de la epidemia del sida en los 80, según los autores de un estudio que ha sido publicado en la revista PNAS.
La investigación ha sido presentada por Wilson M. Compton, director adjunto del National Institute on Drug Abuse(NIDA), en el World Science Forum que se celebra estos días en Budapest (Hungría). Para Compton, “aunque todavía hay que determinar las causas de este incremento, lo cierto es que coincide en el tiempo con un mejor acceso y mal uso de medicamentos basados en opioides, el abuso de drogas y el alcohol, así como un aumento de los suicidios”.
El cambio de tendencia invierte décadas de caída en las tasas de mortalidad, alcanzadas a través de una mejora de la atención médica y la salud pública en los EE UU, así como en otros países desarrollados de todo el mundo.
Entre los años 1978 y 1998, la mortalidad de las personas de etnia caucásica en la franja de edad comprendida entre los 45 y los 54 años descendió un 2% de media anual en EE UU, lo que concuerda con la tendencia en naciones ricas como Alemania, Francia, Canadá y Reino Unido.
Sin embargo, después del año 1998, mientras que en el resto de países y grupos de población de EE UU la tasa se mantuvo estable, los blancos de mediana edad que no han llegado a completar la educación secundaria sufrían un aumento de medio punto cada año. Toda una anomalía en términos demográficos.
Esto supone un incremento de 134 muertes por cada 100.000 personas desde 1999 hasta 2014, lo que, según los dos economistas autores del estudio, Angus Deaton —ganador del Nobel de Economía en 2015— y Anne Caselos, “es difícil encontrar un entorno moderno con pérdidas de supervivencia de esta magnitud”.
Según Compton “en términos absolutos estas cifras significan que 500.000 estadounidenses más han fallecido desde el año 1998, muertes que no se hubieran producido si la tendencia en este grupo de social y de edad se hubiera mantenido conforme a las cifras del resto de grupos sociales, así como de países de similar nivel de desarrollo”.
La presentación de este informe coincide con la publicación de otro estudio –firmado por el propio Compton– en la revista JAMA, según el cual se ha producido un aumento de la mortalidad y la morbilidad en EE UU durante la última década asociadas al uso no médico de los fármacos basados en opioides, que supone una verdadera epidemia en el país norteamericano. Este análisis viene a fortalecer una de la hipótesis sugerida en el estudio publicado en PNAS.
“Estamos viendo cómo las adicciones, y particularmente aquellas relacionadas con los opioides, tienen una importancia fundamental en la mortalidad de la población. No se trata de dejar a las personas que necesitan de los opioides sin acceso a los medicamentos, pero los datos muestran que hace falta una mayor regulación que evite las sobredosis”, añade Compton.
Se da la circunstancia de que la investigación publicada en PNAS fue rechazada previamente por dos prestigiosas revistas científicas: la ya mencionada JAMA y el New England Journal of Medicine. Según recoge el Washington Post, ambas publicaciones rechazaron el estudio por no establecer una explicación científica para la anomalía demográfica que se pone de manifiesto en el estudio.
Los autores compararon el rechazo de las revistas a “llamar al departamento de bomberos porque tu casa esté ardiendo y que no vayan a apagarlo porque el dueño no conozca la causa del incendio”.