spot_img
spot_img

Viven el orgullo revolucionario en la tierra más antichavista de América Latina

- Anuncio -

Por: Óscar Balderas

Tw: @oscarbalmen

 

Por un momento, Polanco no es tierra mexicana. La colonia Morales Chapultepec, enclavada en una de las zonas más ricas de la ciudad de México, parece una extensión del centro de Caracas: una marea de hombres y mujeres ha tomado la calle para festejar con sus “panas” que, luego de 14 años con el mismo hombre, tienen nuevo presidente.

Lo bailan frente al 326 de la calle Schiller, como si estuvieran en la avenida Urdaneta de la capital venezolana, desde donde se observa el Palacio de Miraflores, la sede gubernamental: gritan enfundados en playeras rojas, ondean la mano izquierda en el aire y sonríen amplio, amplísimo, del tamaño de los días que caben entre 1999 y 2013, cuando un militar condujo su país por el socialismo boliviariano hasta su muerte.

“¡Pana, pana, ganó el Comandante Hugo Chávez a través de su hijo Nicolás Maduro!”, grita un hombre de 56 años y todos aplauden. Alguien llora, unos más se abrazan, todos celebran. Resuena, se ve, se palpa y si se pudiera oler y saborear esto sería una cena de celebración con arepas al centro: la revolución tiene continuidad.

Apenas lo dijo el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, decenas de sudamericanos y mexicanos corrieron a celebrar a la embajada como si valieran oro cada uno de los 7 millones 505 mil 338 votos que le dieron el triunfo a  Nicolás Maduro Moros, el exsindicalista de 50 años, y todavía presidente encargado de Venezuela, quien fue elegido para continuar el proyecto socialista como el presidente 58 de la tierra que vio nacer al militar Simón Bolívar.

Aplauden por partida doble: uno, seguirá el proyecto político de Chávez en el país; dos, perdió por segunda vez — consecutiva y en menos de seis meses – a quien llaman el “candidato del imperialismo”, Henrique Capriles Radonski, el hombre de 40 años, abogado de una de las familias más adineradas de Venezuela, exgobernador de Miranda, quien cosechó 7 millones 271 mil 403 votos.

Celebran ver en Capriles ese rostro serio y adusto, el mismo que las televisoras internacionales captaron la noche del 7 de octubre de 2012, cuando la oposición logró el 44% de los votos, mientras una marea roja subió a la cresta de la victoria a Hugo Chávez con 56%.

Pero en esta ocasión, el triunfo fue más apretado: 50.66% contra 49.07%, por lo que el guión se cambió: en lugar de aceptar su derrota, Capriles acusó irregularidades, desconoció la victoria de Maduro y pidió un recuento de votos, que fue aceptado por el socialista.

 “¡Que perdió Capriles, ganó Venezuela, chamo!”, “¡Hizo historia Capriles… pero perdiendo dos veces!“, “¡Que hay revolución para rato, chamo, aún hay revolución!”, se alegran y bailan al ritmo de una batucada ruidosa que llegó desde la tarde.

Ríen, cantan, bailan de puntitas mientras avientan los brazos, por allá un hombre se seca las lágrimas y, de paso, el sudor que le escurre por la frente; por otro lado, bajo el alumbrado público, una mujer besa una fotografía de Chávez en su mejor momento: con cabello, delgado, vestido con el uniforme de la Academia Militar Venezolana, una imagen lejana de las últimas que le llegaron al mundo: calvo, con sobrepeso y mirada aturdida por los medicamentos contra el cáncer.

Por la noche, los “chavistas” han tomado el lugar de los venezolanos que, por la mañana, acudieron a votar a la embajada en Polanco, fajados con playera de la selección vinotinto y apoyando a Henrique Capriles.

No es una imagen extraña en México: un gran porcentaje de la opinión pública está en contra de “El Comandante”, aunque esta noche, por unas horas, esta zona capitalina se parece a la fiesta que hay en Caracas:

“Yo le debo todo a Chávez, todo, estar tranquilo aquí en México, porque mi familia allá no tenía nada y El Comandante les dio casa, escuela, trabajo. Yo puedo estar en México más años, trabajando, porque allá hay un buen proyecto”, cuenta Wilmer Fernández, de 32 años, de Cojedes, Venezuela.

“¡El Comandante no murió! Sigue vivo, sigue aquí, nos toca con sus manos y nos protege ¡gracias a Dios, ganó Maduro!”, grita Fernanda Coller, de 47 años, del estado Guárico.

“Capriles quería avalancha de votos ¡que avalancha ni que nada! ¡poder popular arrasó!”, arenga Yolanda Casas, de 53 años, mexicana con nacionalidad venezolana, cuya madre trabaja en el gobierno socialista como secretaria en el Palacio de Miraflores.

Los mexicanos los miran con orgullo; los abrazan, los felicitan y les envidian un poco: comparan a Chávez con los presidentes mexicanos que han gobernado desde que su patria la lideró el político de Sabanetas: dicen que Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto no han hecho ni la mitad de lo que hizo el socialismo boliviariano.

La posibilidad de que el triunfo de Maduro se tambalee no les tiene preocupados hoy; tampoco el discurso de Capriles sobre 3 mil 200 incidencias en la jornada, a quien han seguido por Twitter. Lo de esta noche es reír, abrazarse, saborear y pensar que, aunque sea por unas horas, esto no es Polanco, sino un pedacito de Venezuela perdido más allá de sus fronteras.

Les resuena a todos, emocionados, tres palabras del candidato ganador, desde el balcón del Palacio de Miraflores: “¡Misión cumplida, Comandante!”

Y se festeja así, como una tarea asignada que salió bien… aunque ahora venga lo más difícil: construir un “chavismo” sin Chávez.

Un proyecto socialista que hoy es fiesta y que mañana no se vuelva resaca.

- Anuncio -spot_img
- Anuncio -

MÁS RECIENTE

- Anuncio -

NO DEJES DE LEER

- Anuncio -