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“Yo era el hombre más feliz del mundo… hasta que mi hijo desapareció”

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Zazil Carreras / @Zazil3_0

“Yo era el hombre más feliz del mundo. Con todos mis hijos juntos,  trabajando, no necesitaba nada más.” Atanacio Rodríguez Sampayo dejó de ser ese hombre el 19 de julio de 2010, día en el que su hijo Alejandro Rodríguez González desapareciera tras ser detenido por policías municipales. Desde esa fecha no ha vuelto a verlo.

Alejandro logró hacer una llamada a su pareja, justo después de ser detenido, pedía que le avisaran a su hermano menor, Juan Carlos, sobre su detención e incluso proporcionó los números de la patrulla en la que se encontraba.

Atanacio se dirigió a la policía municipal, en donde pidió conocer el motivo de la detención de su hijo, pero los oficiales negaron haberlo detenido y afirmaron que no conocían su paradero y nunca más pudieron comunicarse a su número de celular.

Es un hombre con una mirada triste, pero una sonrisa amable para quienes le dirigen la palabra. No ha dejado de buscar. Se sumó a la primera huelga de hambre de las madres en busca de sus desaparecidos frente a la Secretaría de Gobernación, en donde ayudó a cuidarlas y se sumó a las exigencias de justicia.

Ahora, participa no sólo en el cuidado de las madres. Es el único padre en huelga de hambre, y es también el que se encarga de ayudar en la organización del campamento. En silencio, sigue siendo el hombre protector que las cuida y que vigila que se alimenten, que descansen, que la lluvia no las moje. Cuida ahora a su nueva familia, la que compone junto con las madres de los desaparecidos que las autoridades simplemente no buscan.

Sosteniendo entre sus manos las fotografías de su hijo, afirma que la esperanza de encontrarlo está latente.

Restaurador de autos, Atanacio asegura que para realizar su trabajo necesita mucha concentración “y no puedo hacerlo, porque mi prioridad es concentrarme en mi hijo, en encontrarlo. He terminado con lo poquito que teníamos, me he endeudado hasta el fondo y seguiré buscando, no me voy a detener.”

Mirando nuevamente una foto, en donde Alejandro aparece con una de sus hijas, sonríe  y sus ojos se llenan de lágrimas.

“Es amor, no hay otra manera de definir lo que estamos haciendo, amor por los que no están.”

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