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(10 de diciembre, 2014).- Los científicos pueden haber resuelto el viejo enigma del Periodo Húmedo Africano: un aumento de lluvia en algunas partes de África tras la última edad de hielo y que duró casi 10.000 años.
Un equipo internacional de investigadores relaciona ese incremento de las precipitaciones en dos regiones de África hace miles de años con una elevación de las concentraciones de gases de efecto invernadero.
Los hallazgos del trabajo, publicado esta semana en ‘Science’ y financiado por la Fundación Nacional de Ciencia y el Departamento de Energía de Estados Unidos, son críticos, según sus autores, ya que proporcionan nuevas pruebas de que el aumento de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero podrían tener un impacto significativo sobre el clima futuro de África.
“Este estudio es importante no sólo porque explica un rompecabezas de hace mucho tiempo sino porque ayuda a validar un modelo de predicciones de cómo el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero podrían cambiar los patrones de lluvia en una zona altamente poblada y vulnerable del mundo”, alerta Peter Clark, plaeoclimatólgo de la Universidad Estatal de Oregón, en Estados Unidos, y coautor del trabajo.
Los investigadores se centraron en la era después de la última edad de hielo. Cuando las capas de hielo que cubrían América del Norte y el norte de Europa comenzaron a retirarse después del último máximo glacial, hace unos 21.000 años, hubo una prolongada etapa seca en el centro de África que duró hasta hace unos 14.700 años, cuando las precipitaciones crecieron abruptamente.Los científicos siempre han estado desconcertados por ese cambio, que generaó desiertos en los pastizales y se ganó el apodo de Periodo Húmedo Africano.
En realidad, las precipitaciones aumentaron en dos regiones separadas de África, una al norte del Ecuador y la otra al sur. Algunos estudios previos habían sugerido que el cambio pudo haber sido provocado por las modificaciones en la órbita de la Tierra, pero la autora principal de este trabajo, Bette Otto-Bliesner, considera que los patrones orbitales por sí solos no podrían explicar el incremento de las precipitaciones de esa magnitud en ambas regiones.
A medida que emergió la Tierra de la edad de hielo, los niveles atmosféricos de dióxido de carbono y metano aumentaron significativamente, casi a los niveles preindustriales, hace unos 11.000 años. Conforme el planeta continuó calentándose, las capas de hielo se derritieron y la afluencia de agua dulce de América del Norte y el norte de Europa empezó a debilitar la circulación termohalina del Atlántico, que trae agua cálida desde los trópicos y mantiene Europa templada.
Este debilitamiento de la corriente del océano Atlántico trasladó simultáneamente la precipitación del sur hacia el extremo sur de África, y suprimió las precipitaciones en el este de África y el norte del África ecuatorial durante un largo periodo de sequía, según los investigadores.
Cuando se detuvo la fusión de las capas de hielo, la circulación se fortaleció y llevó precipitaciones hacia el norte, un cambio que, junto con el cambio orbital y el calentamiento de la atmósfera y los océanos por los gases de efecto invernadero, desencadenó el Periodo Húmedo Africano.
“Este estudio proporciona una demostración más de la sensibilidad del clima de la Tierra a pequeños cambios en los gases atmosféricos de efecto invernadero”, destaca Clark, profesor de Ciencias de la Tierra, la Atmósfera y el Océano.
El equipo recreó un registro de las condiciones de humedad del pasado al examinar fósiles, recreando antiguos niveles de lagos y otros datos geológicos y climáticos históricos simulados con un potente modelo climático desarrollado por el Centro Nacional para la Investigación Atmosférica (NCAR, por sus siglas en inglés), que lideró el estudio.
“El impacto futuro de los gases de efecto invernadero en las lluvias en África es un problema socioeconómico crítico –advierte Otto-Bliesner–. El clima de África parece destinado a cambiar, con implicaciones de gran alcance para los recursos hídricos y la agricultura en formas que puedan generar nuevos conflictos”.
La investigación se centró en la región africana del Sahel hacia el norte, incluyendo Níger, Chad y el norte de Nigeria; y la región ecuatorial del sudeste de África, incluyendo la República Democrática del Congo, Ruanda, Burundi, Tanzania y Kenia.