Un nuevo estudio, publicado en la revista PNAS, muestra que la morfología de la pelvis de las mujeres cambia a lo largo de los años. Así, con el tiempo se adapta a los patrones hormonales y facilita el parto.
El ‘dilema obstétrico’ –término acuñado por el antropólogo Washburn– plantea por qué la evolución no ha preparado la pelvis femenina para tener partos más sencillos y menos dolorosos, ya que mientras la raza humana tarda nueve horas de media en dar a luz, los partos de los grandes simios duran apenas dos horas.
Las hipótesis sugieren que el tamaño y la forma de esta región anatómica de las mujeres representa un equilibrio entre la necesidad de una pelvis ancha, para dar a luz a bebés de un tamaño cerebral grande, y la necesidad de una pelvis estrecha, para una locomoción bípeda eficiente.
Esta conjetura ha sido cuestionada recientemente por un equipo de investigadores de la Universidad de Zúrich (Suiza). Según Marcia S. Ponce, una de las autoras del estudio, “los cambios en la estructura de la pelvis no vienen dados por la evolución, como se pensaba, sino más bien por el desarrollo individual –ontogenia– de cada ser humano de sexo femenino”.
Mediante tomografía computarizada examinaron el desarrollo de la pelvis de 275 individuos con edades comprendidas desde el nacimiento hasta los 95 años de edad. Los resultados mostraron que, hasta el inicio de la pubertad, el desarrollo de la pelvis es paralelo en mujeres y hombres. A partir de ese punto, la pelvis femenina empieza a diferenciarse de la del hombre, ampliándose para facilitar el parto.
“El ensanchamiento alcanza su punto máximo a los 25 años y se mantiene hasta los 40, lo que coincide con el periodo de máxima fertilidad en la mujer. A partir del inicio de la menopausia, la pelvis se comienza a estrechar y su desarrollo se torna de nuevo similar al de la pelvis masculina”, explica a Sinc Ponce.
Mientras que el ensanchamiento de la pelvis proporciona condiciones óptimas para el parto, la morfología postreproductiva, menos amplia, es mucho más favorable para la estabilidad de la cintura pélvica, los órganos abdominales durante la postura erguida y la locomoción bípeda.
Las hormonas, causantes de los cambios
Tal y como apunta el trabajo, los factores que producen el cambio morfológico a lo largo de los años son de naturaleza hormonal. “El estrógeno controla el patrón de desarrollo de la pelvis femenina y modula la complejidad de estos procesos”, comenta Marcia.
La nutrición también tiene un efecto sobre los cambios morfológicos, pero de manera indirecta. La producción de estrógeno está bajo la influencia del entorno y de factores fisiológicos como el índice de masa corporal (IMC). “Un entorno con recursos abundantes implica un incremento del IMC que conduce a una mayor producción de esta hormona, que a su vez influye el ensanchamiento de la pelvis durante la pubertad, preparando así el cuerpo para neonatos más grandes”, añade la experta.