Por: Alejandro Domínguez/ @alexdom1
En el intento de ser protegidos con todos los medios posibles para que su vida sea plena y lo más estable posible, la niñez y adolescencia constituyen la población más vulnerable, de las más afectadas por la pobreza y los conflictos bélicos. Lo anterior obliga a millones de menores a abandonar sus hogares.
La infancia es parte de la masiva movilización de refugiados, donde la violencia forma parte del día a día de estos pequeños migrantes que forzosamente deben aceptar una realidad injusta para ellos y para cualquier persona.
Según un informe del Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (UNICEF), 50 millones de niños alrededor del planeta han abandonado su hogar[1], más de la mitad huyó de sus casas por causas de guerras, mientras que en México se logra ver los la pobreza a través de los ojos de niños y niñas que venden dulces en las calles en lugar de ir a la escuela y convivir con niños de su edad.
Y es que, generalmente, cuando pensamos en migrantes, asociamos el concepto con personas que por situaciones laborales cruzan fronteras en búsqueda de una mejor condición de vida; pero lo que nunca pensamos, es en quiénes se quedan, quiénes los acompañan, y quiénes no van acompañados. Más aún, no medimos lo que pasa durante ese trayecto, un viaje donde se alimentan de violencia, miedo y desesperanza, donde todos esos menores son víctimas de violaciones, asesinatos, secuestros, deshidratación, ahogamientos, y la ola de discriminación y xenofobia que se suma a su llegada a otros países.
La cifra de niños que ingresan ilegalmente a Estados Unidos desde México y sin compañía de un adulto ha ido incrementando en los últimos años. Tan solo en octubre y noviembre 2015, se registraron 10,588 niños no acompañados que cruzaron la frontera entre Estados Unidos y México, en comparación con los 5,129 que cruzaron durante los mismos dos meses de 2014, de acuerdo con la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos.
Si bien, la población infantil migrante procede, en su mayoría, de familias de jornaleros que viven en situación de pobreza extrema y que sufren las consecuencias de no contar con el apoyo del gobierno mexicano, debe viajar con ellos el derecho a la educación.
Las leyes estatales en el país vecino del norte dicen que “todos los niños incluso los que no tengan residencia legal en el país, deben asistir a la escuela al menos hasta el octavo grado o hasta los 16 años de edad” – mismas disposiciones que se pretenden abrogar por parte del discurso y propuestas de odio anti-inmigrantes impulsadas por Donald Trump-. Sin embargo, no se manifiesta así en la práctica.
En 2010, 1 de cada 7 de los niños (cerca de 12 millones) matriculados en las escuelas primarias y secundarias de Estados Unidos de América eran de origen mexicano.[2] Llegan, así, a enfrentarse en escuelas estadounidenses con problemas para conservar la familia, la identidad, la salud mental y las relaciones interpersonales. Son víctimas, incluso, del bloqueo de acceso en las escuelas en estados como Florida, Nueva York, Texas y North Carolina, como se reportó en los últimos meses.
De acuerdo al estudio “El elefante en la sala de clase, el impacto de la inmigración de masas sobre la Educación”, publicado por la Federación para la Reforma Migratoria Estadounidense (FAIR, por sus siglas en inglés), casi uno de cada diez estudiantes –unos 4.9 millones– están inscritos en las escuelas públicas donde hay estudiante con una Limitada Eficiencia del Inglés (LEP). Y entre los niños de kínder, el 17.4 % son estudiantes LEP.
De ellos, aproximadamente 3.6 millones, o casi el 74% son inmigrantes o hijos de inmigrantes, ambos indocumentados.
Sumado a estas cifras, en México, de los 279.326 niños y niñas que se encuentran en edad de preescolar, primaria o secundaria, el 80% de ellos, hijos de jornaleros en condiciones de pobreza, no llegan a acceder al sistema educativo mexicano, según la presidenta del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), Sylvia Schmelkes
En general la calidad de las políticas públicas y programas para educación de niñas, niños y adolescentes migrantes, se relaciona, de cierto modo, con el grado de desarrollo de la institucionalidad para migrantes en cada país.
La clave es integrar a estos migrantes a un sistema educativo de cooperación binacional.
¿Qué pasa en Alemania, por ejemplo, con sus 1.1 millones de refugiados, donde casi el 40% eran niños en edad escolar?
Los solicitantes de asilo entran en Alemania perturbados y desorientados, siendo comunes trastorno por estrés postraumático, shock y demás trastornos presentes entre niños cuyas clases fueron interrumpidas por la guerra.
Para poder incluir a los refugiados en el sistema educativo, Alemania contrató a más de 8,500 profesores, la mayoría con su labor específica de enseñar alemán como segunda lengua. El gobierno aumentó los fondos para todos los sistemas educativos estatales –mientras en México, de acuerdo al Proyecto de Presupuesto de Egresos de 2017 que el Ejecutivo presentó al Congreso de la Unión, 16 estados serán afectados con los menores recursos del Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa y Gasto Operativo (Fone) para el próximo año; y en Estados Unidos, hay preocupación de que no haya suficientes fondos para albergar a los menores migrantes-. Para un servicio apropiado a estos niños, las escuelas han tenido también que contratar a traductores, psicólogos y trabajadores sociales.
En muchos estados alemanes como Baviera y Berlín, los hijos de refugiados cuentan con cursos de transición –Willkommensklassen- para ayudarles a adquirir la cultura y lengua alemanas, haciéndoles más fácil su seguimiento de clases en alemán. [3]
En México falta una visión amplia, comprensiva y trasnacional. Tenemos que rediseñar las políticas educativas, no sólo para fortalecer sociedades bilingües, sino para que permitan dar acceso a la infancia y adolescencia a los programas educativos con una nueva orientación de las políticas públicas en materia de migración. Sin duda, lográndolo mejoraremos nuestra capacidad de responder a sus necesidades educativas y sociales.
Y esto, los que apoyan el construir barreras en donde sólo hay fronteras, no lo entienden.
Recordando que, según, “Educación, prosperidad, inclusión, paz y responsabilidad global” fueron los ejes del Cuarto Informe de Gobierno del mandatario nacional, se pone en mesa un buen reto para Peña Nieto, la Secretaría de Educación Pública, Relaciones Exteriores y los Estados, pues poco se ha discutido en el plano público la conexión entre características del sistema educativo en regiones de alta migración.
Antes que migrantes, las niñas, niños y adolescentes son personas con derechos que deben ser respetados, sin importar su nacionalidad, situación migratoria, raza, etnia, sexo o religión.
[1] Comunicado de Prensa: Casi 50 millones de niños están “desarraigados” en todo el mundo, dice UNICEF. UNICEF, 2016. Disponible en: http://www.unicef.org/spanish/media/media_92725.html
[2] Diálogo Binacional sobre Migrantes Mexicanos en Estados Unidos y México. CIESAS, 2011.Disponible en:http://www.cisan.unam.mx/migracionRetorno/ABRIL%2026-%20INFORME%20FINAL%20dialogo%20binacional%20ESP2.pdf
[3] Artículo “Germany’s Refugee Crisis Comes to the Classroom.” Foreign Policy. 2015. Disponible en: http://foreignpolicy.com/2015/09/15/refugees-german-schools-integration-language-assimilation-politics/