Por: Valentina Pérez Botero
Twitter: @vpbotero3_0
El director para América Latina de la trasnacional de la agrobiotecnología Syngenta, Carlos Motta Guimaraes, condicionó el crecimiento agropecuario de la región a “la protección de cultivos, [y a la implementación de] biotecnología y semillas híbridas”; en otras palabras, a la aprobación comercial de alimentos transgénicos.
En México, las empresas de este rubro han pujado desde el año pasado para que el Ejecutivo permita la siembra comercial de maíz transgénico, ya que el cultivo experimental y piloto -las dos etapas previas a la liberación comercial- ya se realizan en el país.
En 2012, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) recibió 105 solicitudes en total y, en lo que va del 2013, 17 peticiones; a pesar de la férrea resistencia por parte de grupos ambientalistas que han externado reiteradas veces su oposición a los transgénicos por la amenaza que representan a los maíces criollos, la cultura mexicana, y porque se traducen en la dependencia económica a las trasnacionales y en los peligros a la salud.
Syngenta ha interpuesto diversas solicitudes para la siembra de maíz transgénico en México, variedades resistentes a herbicidas de glifosato, amonio y a insectos lepidópteros en los estados de Tamaulipas, Chihuahua y Sinaloa. El maíz nativo, una especie que se reproduce por polinización cruzada, tiene una alta potencialidad de que sus cultivos se contaminen genéticamente por las siembras transgénicas.
Syngenta insiste en que AL tiene el potencial, aún sin explotar en muchos países de la región, de convertirse en el granero del mundo si adopta a los transgénicos.
