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Hombres que se cuidan demasiado

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Para un antropólogo de a pie yo sería una cavernícola perfecta: impresionable hasta la estupidez por unos músculos firmes, una actitud dominante y una espalda ancha – ¡oh, dios! una espalda ancha. Es más, desde aquí admito que por mujeres como yo nuestro género está como está, pero, qué puedo decir, esa actitud posesiva de guerrero sangriento me desordena. Esta noche cenamos en el infierno y donde quieras, machote.

En fin, que me desvío.

Hombres como Leonidas quedan pocos. Ahora la tendencia va hacia otro lado y los integrantes del sexo masculino rivalizan con nosotras en productos de belleza, cuidado del cuerpo y obsesión por no envejecer. Metrosexuales los llaman. Obviamente, no son especímenes únicos de este siglo: los egipcios se pintaban los ojos, los romanos tenían largos rituales de belleza, en la corte francesa de Luis XV se utilizaba polvo de talco, colorete, pintalabios y hasta pelucas; por no hablar de los aristócratas del XIX que necesitaban hasta que los vistieran o los galanes de los años 40 que se ponían más betún en el pelo que en los zapatos.

Esto demuestra que el concepto de belleza masculino cambia tanto como el femenino. Es más, los hombres SIEMPRE se han cuidado demasiado, pero por alguna razón hemos sido nosotras las que quedamos como adictas a los retoques; nosotras las que no nos podemos ver bien sin maquillaje y las que nos pasamos tres horas para lucir exactamente igual. ¿Alguien ha dicho hipocresía?

Si me preguntan a mí, la culpa de todo esto la tiene John Wayne. Paradigma de ese otro tipo de hombres que se creen más masculinos por no afeitarse, ni cuidarse, ni hacer deporte e, incluso, descuidando su higiene personal. Puaj. No sé por qué se creen más hombres siendo así.

– Oh, nena tú lo que necesitas es un verdadero macho. No una niñita que se lime las uñas.

– EH… NO ME HAS ENTENDIDO. HE DICHO ¡ESPALDA ANCHA! NO BARRIGA CUBRE RODILLAS.

Sin embargo, hay algo que me parece muy curioso de esta actitud “macho man”.  Mientras nosotras sufríamos la presión social por cuidarnos y llevar un pintalabios en la cartera, los hombres la sufrían para NO hacerlo y cuidado con no ponerte ni protector labial.

No sé si habrá sido toda la revolución sexual que vivimos desde los años 60 – no sólo de la mujer, sino también de la comunidad LGBT – que ha removido todos nuestros conceptos de género. O, quizás, que las marcas de ropa y cosméticos por fin descubrieron que tenían en los hombres un gran mercado sin explotar, pero en el s. XXI tenemos un hombre nuevo. Un homo cuidabilis que se preocupa por su higiene, su apariencia personal y por envejecer lo más tarde posible. Adiós marido gordo y arrugado, y gracias por llevarte contigo esos antiestéticos pelos del pecho.

Afortunadamente, no ha significado el fin de la testosterona. Excepto casos extremos de “manorexia”, los hombres mantienen su espíritu guerrero (aunque sólo sea por esas pulseras de cuero y las camisas de cuadros de leñador) y el ser masculino ya no es una cuestión de cremas, sino de actitud.

A fin de cuentas, la barba de Leonidas estaba perfectamente recortada, tenía unos ojos sospechosamente negros (¿es eyeliner eso que veo?), una piel bronceada y el pecho depilado hasta parecer seda ¡dios, pero si hasta lleva un cintillo en el pelo! Y, sin embargo, es una oda a la masculinidad.

Así, que chicos, bienvenidos al maravilloso mundo del maquillaje. Ahora, como se te ocurra recomendarme un tono de pintalabios hemos acabado definitivamente, que quede claro que quien lleva las faldas en esta casa soy yo.

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