La batalla por la sucesión presidencial dentro de la Cuarta Transformación nos ha entregado movimientos interesantes en el tablero político. Hasta el día de hoy, hay dos claros contendientes: la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el canciller Marcelo Ebrard. En tercer plano se ubica el todavía coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, quien busca meterse en la pelea a pesar de su distanciamiento con el presidente Andrés Manuel López Obrador, que le ha aplicado la ley del hielo.
El pasado 27 de septiembre, se difundió una fotografía en la que aparece Sheinbaum junto a Monreal durante una reunión en la que también estuvo presente el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Tanto Sheinbaum como Monreal señalaron que el motivo de la reunión era revisar la agenda legislativa de la capital. Pero al juzgar por la confrontación que ambos han entablado desde finales de 2017, da la impresión que en realidad se trató de una “operación cicatriz” orquestada por el titular de la Segob, con el fin de calmar las aguas y fijar algunas reglas de cara a 2024.
Casi al mismo tiempo, Monreal y Ebrard dejaron en claro su alianza, durante la tersa comparecencia que tuvo el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores en el Senado. Además de los elogios que ambos intercambiaron, resulta curioso que los legisladores de oposición se enfocaran en reprocharle a Ebrard la política migratoria de México, cuando eso en realidad cae dentro de la jurisdicción de la Segob. Pero vamos, en este país todo mundo sabe que Ebrard funge actualmente como vicepresidente del país, debido a la confianza que ha depositado en él López Obrador, y demostrar que es el secretario más capaz del gabinete.
¿Dos contra una?
Dado lo anterior, el tablero político registra avances importantes. Frente a un bloque opositor debilitado, que no sale de vociferar contra todo lo que haga López Obrador antes de haber realizado una autocrítica al desastre de país que dejaron tras la era neoliberal, el escenario actual pinta a que el sucesor del tabasqueño será alguno de sus colaboradores.
Sheinbaum lleva actualmente ventaja. Es la más allegada a López Obrador, una política fiel, que lo ha acompañado en las buenas y las malas, incluyendo todo el proceso de fundación de Morena. De la terna mencionada, es la más afín al presidente en el terreno ideológico y la candidata natural para darle continuidad al proyecto transformador. Quizá por ello, Sheinbaum suele asistir en primera fila a todo acto público donde participa López Obrador, quien no ha disimulado su preferencia. Da la impresión que al tabasqueño también le gustaría pasar a la historia como el mandatario que abrió las puertas para que una mujer ocupe la presidencia de la República.
Pese a ello, Sheinbaum ha demostrado ser una funcionaria capaz pero una deficiente operadora política. Así ocurrió cuando desde la alcaldía de Tlalpan, había perdido en el tablero la disputa frente a Monreal para la jefatura de la Ciudad de México, de acuerdo con las encuestas de opinión. Un episodio que se resolvió por la manera en que López Obrador impuso a Sheinbaum con calzador, provocando una ruptura con Monreal, luego de que el tabasqueño vio con desconfianza algunas maniobras políticas del zacatecano, incluyendo su cercanía y habilidad para negociar con grupos de derecha. Las limitaciones de Sheinbaum como operadora política quedaron de manifiesto una vez más en las intermedias de 2021, en las cuales, pese a tener todo a favor, el bloque opositor terminó partiendo la capital por la mitad. Una situación que provocó la llegada de Martí Batres, por órdenes emanadas de Palacio Nacional, para resolver el entuerto, lo cual dejará a Batres la mesa puesta para construir su candidatura como jefe de Gobierno en 2024.
Por el lado de Ebrard, su principal ventaja es su capacidad para operar políticamente con las élites. Formado con un ajedrecista de la política mexicana como lo fue Manuel Camacho Solís, Ebrard aprendió de su maestro a articular apoyos con los grupos de poder. Pero su ‘talón de Aquiles’ siempre ha sido su incapacidad para generar una base social. Así ocurrió cuando fue jefe de Gobierno capitalino, y hoy, desde la cacillería, se antoja complicado que Ebrard pueda operar a lo largo y ancho del territorio mexicano para construir su candidatura presidencial. Incluso pese a tener de su lado al actual presidente de Morena, Mario Delgado, quien ha dejado de manifiesto sus limitaciones como operador político en reiteradas ocasiones, incluyendo el reparto de candidaturas que operó durante las intermedias.
Completando la terna, se encuentra también Monreal, el operador político más capaz de los suspirantes presidenciales. La habilidad del zacatecano para tejer acuerdos con las élites, pero también para operar el territorio, ha quedado probada en el Senado (incluyendo temas como sacar la aprobación de la Guardia Nacional por unanimidad, algo muy raro en el Congreso mexicano). Incluso cuentan las malas lenguas, que durante las intermedias, se vio a Monreal visitando todos los lugares por donde pasaba Mario Delgado para arreglar los problemas que dejaba el presidente morenista a la hora de repartir candidaturas. Lo cual le ha dado a Monreal un poder real a nivel territorial, a pesar de su confrontación con la “nomenklatura” de Morena, también conocido como el sector de “Los Puros”, afines a Sheinbaum. Sin embargo, las ambiciones personales de Monreal y sus constantes guiños con la derecha, han acentuado el distanciamiento con López Obrador, quien finalmente será quien tome la decisión de designar a un sucesor.
Dado lo anterior, tal parece que la alianza Ebrard-Monreal buscará generar un escenario donde la sucesión sea un juego de tres, en lugar de dos. Si Ebrard y Monreal juntan sus fichas por separado y logran juntar una buena cantidad, podrían aplicarle un dos contra uno a Sheinbaum llegada la hora, aún cuando la jefa de Gobierno cuente con la preferencia de López Obrador. Sheinbaum podría ganar incluso si el bloque Ebrard-Monreal decidiera romper con la Cuarta Transformación. Pero sin duda, eso complicaría las cosas para el presidente, sobre todo, tomando en cuenta que fuera de la capital Sheinbaum es poco conocida y movilizar a las masas en la plaza pública no es una de sus principales características. Por el otro lado, designar a un político como Ebrard, impediría una fisura en la 4T. A eso le apuesta la alianza Ebrard-Monreal, a tratar de forzar un escenario en que López Obrador se vea obligado a optar por alguno de ellos dos (Ebrard) tras ganarle la partida a Sheinbaum en el tablero. Una partida, donde la presidencia de Mario Delgado será un factor crucial, dadas las facultades que tiene el dirigente morenista para designar candidaturas en los procesos electorales de aquí a 2024, como vimos recientemente en Oaxaca, donde destapó a la senadora Susana Harp como candidata de Morena en dicha entidad. Si el bloque de Los Puros no logra tumbar a Delgado en el futuro cercano, la partida se puede complicar mucho para Sheinbaum, cuyos alcances nacionales son limitados y depende de una estructura burocrática que no sabe operar en tierra, fuera de la capital.
López Obrador ha calculado ya estos escenarios y lo más probable es que tenga ya varias cartas bajo la manga, en caso de un escenario así. En un momento dado, no sería del todo sorprendente que el tabasqueño decida dar un manotazo en el tablero y cambiar por completo las reglas del juego, como ha hecho a lo largo de su carrera política. Si hay un maestro ajedrecista en el juego de la política mexicana, ese es López Obrador, quien ha demostrado su capacidad al ganar elecciones con todo en contra y candidaturas célebres como la de Juanito en Iztapalapa, luego de que Los Chuchos que se apoderaron del PRD terminaron pactando con el entonces presidente Felipe Calderón.
Ante una partida tan interesante, vale la pena mencionar una frase que vi publicada en internet, atribuida a Jorah Mormont, personaje de la serie Game of Thrones. “El pueblo llano, cuando reza, pide lluvia, hijos sanos y un verano que no acabe. No les importa que los grandes señores jueguen a su juego de tronos, mientras a ellos los dejen en paz. —Se encogió de hombros. —Pero nunca los dejan en paz”. Contundente y luminosa frase. Y sí, más allá de cómo se desarrolle el juego de tronos en la política mexicana, el pueblo resentirá los efectos de lo que pase allá arriba, en las disputas de la clase política. Para bien o para mal. Esperemos que el tema de la sucesión presidencial no pase a un conflicto mayor y se resuelva de la mejor manera, por el bien del país.