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Miguel Ángel Mancera: ignominia sin límites*

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Carlos Bauer / @CarlosBauer3_0

* Artículo de opinión

(07 de octubre, 2013).- “La Feria Internacional del libro del Zócalo queda pospuesta hasta nuevo aviso debido a que la emergencia nacional causada por las tormentas Ingrid y Manuel sigue necesitando del Zócalo como centro de acopio.” Ésa fue la inverosímil declaración con que Lucía García Noriega, secretaria de Cultura de Miguel Ángel Mancera, justificó el mantenimiento sin ningún sostén jurídico del cerco policíaco al Zócalo de la Ciudad de México.

El “gobierno” local decidió que le es más importante obedecer a toda costa las órdenes de Enrique Peña Nieto que cumplir con sus compromisos de cara a la ciudadanía y a la comunidad internacional. A estas alturas el anuncio no sorprende pero sí indigna. ¿Hay alguien capaz de creerse que el Zócalo es el único punto posible para un centro de acopio que, además, no debería existir, pues es responsabilidad de las autoridades auxiliar a los damnificados sin pedir apoyo a la ya empobrecida ciudadanía?

Cuando un gobernante llega al poder como resultado no de la voluntad popular sino de pactos políticos, los ciudadanos no podemos esperar nada de él: no tiene por qué respondernos, puesto que no hemos sido nosotros quienes le dimos el mandato. Los mexicanos debimos haber escarmentado cuando nuestra decisión de tolerar el fraude electoral que llevó a la Presidencia a Felipe Calderón Hinojosa provocó la muerte violenta de más de cien mil compatriotas y una larga noche para la democracia.

Pero los habitantes de la Ciudad de México parecemos renuentes a aprender del pasado. Es un secreto a voces que Miguel Ángel Mancera obtuvo el famoso 64 por ciento de respaldo en las elecciones de julio de 2012, merced a un pacto entre el perredismo y los dirigentes de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto: por toda la ciudad se pudo ver a los operadores políticos del PRI y del PRD pidiendo el voto federal para Peña Nieto y el local para Mancera. ¿Alguien recuerda algún acto de campaña de la candidata Beatriz Paredes? Yo tampoco.

A nadie debería pues sorprenderle la actitud servil, rayana en lo rastrero, con que Miguel Ángel Mancera se ha conducido ante el Gobierno Federal. En los últimos días sobraron las señales ominosas que culminaron con lo que fue su suicidio político anunciado –regístrese la fecha– el lunes 7 de octubre de 2013.

El pasado 30 de septiembre, la bancada priista respondió al “informe” del procurador capitalino Rodolfo Ríos Garza, felicitando a Mancera porque “ahora hay una colaboración con el Gobierno Federal, que en los 12 años anteriores no existió”. Apenas el sábado 5 del presente, el secretario de la Defensa Nacional aplaudió el “inédito impulso y fortalecimiento que ha impregnado a la relación cívico-militar en esta capital”.

Pero este último acto no es sólo una mancha más en el historial ignominioso de Mancera; es en toda regla, su capitulación como jefe de Gobierno. Al suspender la Feria Internacional del Libro del Zócalo, el doctor Mancera nos está comunicando a todos los capitalinos que oficialmente deja de ser él quien toma las decisiones en la ciudad más importante del país, la que hasta el 5 de diciembre pasado se creía el bastión de la izquierda nacional. Sólo le faltó notificarnos quién es su sucesor.

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