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Sin información no hay libertad

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Sin información no hay libertad: Seminario “Libertad de Expresión, Disidencia y Democracia”

Rodrigo Rojo /@Eneas

(08 de Octubre, 2013).- “La democracia avanza en el sentido en el que avanzan las libertades”, la voz del senador Miguel Barbosa se escuchó contundente. “Estamos en este Seminario organizado con motivo del centenario de la muerte de Belisario Domínguez, una voz disidente, quien habló en contra de la usurpación”.

El seminario “Libertad de Expresión, Disidencia y Democracia” organizado por el Instituto Belisario Domínguez, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos quedó inaugurado así, recordando a quien fuera asesinado por Victoriano Huerta al defender la libertad de expresión.

Para todos los que inauguraron, políticos y ponentes, la libertad de expresión representa la condición sine qua non de la democracia. Sin la información apropiada, la colectividad no puede desarrollarse plenamente: una sociedad mal informada no es plenamente libre.

La libertad de expresión es pilar indispensable de la democracia. A ese tema se dedicaron los ponentes de la primera mesa, José Woldenberg y Francisco Valdés Ugalde.

Para el ex consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), los medios de comunicación trabajan diferente ahora que hace 30 años. Según Woldenberg, hoy se realiza una crítica a personas e instituciones que en aquel tiempo resultaba impensable: “antes, el oficialismo era pan nuestro de todos los días, incluso en los principales diarios las 8 columnas eran similares; la voz dominante era la del gobierno en turno”.

Como si hoy México hubiese alcanzado la democracia plena, Woldenberg dijo que el mismo proceso democratizador reclamó la existencia de medios de comunicación en donde la pluralidad pudiese expresarse, aunque después aceptó que los grandes medios de comunicación mantienen un sesgo.

Para él, el mayor rezago que tenemos para la libertad de expresión sigue siendo la concentración de un punto de vista único en la televisión, un medio que mantiene su negativa a que “se exprese la pluralidad de opiniones que cruza a nuestra sociedad”. Ésta, sin embargo, es una carencia que espera ver eliminada con la Reforma en Telecomunicaciones aprobada: “esperemos que se arrojen los frutos deseados, una constelación diversa de emisores acompañados de una cadena pública”.

Para el académico, México cruza ahora por una “democracia germinal” que, sin embargo, corre el riesgo de volverse fallida o abortada. La pobreza y la desigualdad “pueden corroer el edificio democrático”, así como la débil cohesión social puede ser fuente de tensiones y conflictos.

Nuestro pasado autoritario nos sigue modelando. Todavía no alcanzamos a romper el poder político hiperpresidencialista pero el Estado ya no es un monolito, hay otras fuerzas que influyen en el poder del partido dominante, continúa Woldenberg. Por esto mismo, se requiere de un análisis que ponga sobre la mesa los claroscuros del gobierno, y de medios que puedan hacer ese análisis. Lo importante, dice, es saber si los medios van a servir para informar y elevar el nivel de comprensión o para degradar la democracia.

La exposición de Francisco Valdés Ugalde, egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), se centró en la teoría de Robert Dahl sobre la partición de la democracia en demos (pueblo) y kratos (poder). Aisló algunos conceptos de la teoría para hacer un análisis sobre las carencias de nuestro sistema político con respecto a los sistemas democráticos plenos.

Para empezar, puso sobre la mesa 5 características ineludibles de un sistema democrático y, así, evidenció el rezago de nuestro sistema político. Para qué exista democracia, debe: a) haber participación efectiva de los ciudadanos en condiciones de igualdad política; b) existir la igualdad de voto para hombres y mujeres adultos; c) ejercicio de control final sobre la agenda pública, d) existir universalidad de los procesos democráticos; y lo más importante es que debe existir e) comprensión ilustrada de los eventos relevantes para la vida social.

Para este último punto, la comprensión ilustrada, es esencial que se respete el derecho a la libre expresión y que existan los medios adecuados para que cualquier persona que desee expresarse pueda hacerlo.

Desde el principio, señala Valdés Ugalde, la libertad de expresión estuvo muy relacionada con la libertad de credo y la libertad de asociación. La cultura cambia radicalmente con la aparición de los medios audiovisuales, que desplazan a los medios escritos y transforman el ciclo de retroalimentación entre el público y la información. Ya no se vuelve un objetivo primordial de los medios el crear esa comprensión ilustrada sino que más bien se sacrifica la calidad de la información por un puñado de empresas que controlan el espacio radioeléctrico.

Igual que José Woldenberg, Francisco Valdés piensa que esto debe cambiar con la Reforma en Telecomunicaciones pero, aún hoy, la libertad de expresión está equiparada con el interés privado empresarial y no con el interés público informativo.

Valdés recordó cuando Emilio Azcárraga Jean respondió socarronamente a los estudiantes que le reclamaban la pobre calidad de la información en su televisora que “si no les gusta, pueden apagar la televisión”, pues Televisa vende lo que se consume. Esto es un problema sociológico pues la democracia es un asunto público, no privado, y no puede estar sujeta a las reglas del mercado. Es necesario construir medios públicos fuertes, consistentes y autónomos.

Ambos ponentes ven en la Reforma en Telecomunicaciones una salida a este problema, una puerta que, si bien no representa la solución definitiva, se abre a que la libertad de expresión pueda observarse con mayor amplitud en el futuro y para minar el poder de las televisoras. Ambos coinciden en que debe existir una cadena pública y opciones distintas a las televisoras privadas.

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