(21 de junio, 2014, La Habana, Cuba.).- Artista plástico que conjuga la pintura, la fotografía, la escultura, el dibujo, el diseño. Su obra comprende objetos de lo cotidiano como una mesa de ajedrez, un teléfono público o, incluso, un futbolito.
En su estudio, el transeúnte, la turista o el buscador de arte se sumergirá en un espacio lúdico insospechado, pensará por un momento que todo a su alrededor, cual museo, sólo podrá ser observado, pero para su sorpresa, esta reunión con lo inesperado será un encuentro con la infancia, entre un duelo de futbol o mecerse en un columpio; también podrá disfrutar una buena partida de ajedrez o un buen juego de dominó.
Escuchará música e incluso, si se cuenta con suerte, alguno de los asiduos visitantes de la galería-taller, le impartirá una clase de salsa o rumba. El juego, el baile, la música y la literatura se conjugan con una buena charla y un buen café cubano.
Eso es lo que Leo D’Lázaro Cubillas, artista cubano de 49 años de edad, enamorado del amor y de su ciudad, La Habana, ha convertido en su casa, en su taller y en su estudio que, como él mismo relata en entrevista para REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO, es el resultado de un largo periodo de aprendizaje pero sobre todo de un trabajo de introspección.
Todo en su galería refleja “un reencuentro con mi propia manera de ser, con la forma de asimilar mi mundo espiritual, que fui guardando, hasta que en el momento determinado, salió a la luz, luego de momentos de crisis en los que uno saca todo lo que se es”.
A su obra la nombra “Arqueología del presente”, que es “una forma de vivir muy en el ahora, con mucha intensidad y, sobre todo, con capacidad de asombro de todo lo que está sucediendo”.
Mediante la conjunción de “distintos elementos formales de técnicas de la pintura, la fotografía, la escultura o el dibujo. Lo importante es lo que rodea cada una de las expresiones, conjugadas con el descubrimiento, a partir de las cosas más modernas, fosilizarlas. Me considero a mí mismo como un arqueólogo, que va viendo desde el presente”.
Es así como Leo D’Lázaro Cubillas parte del origen “pero para estar en el presente, sin distancias, percibiendo el pasado y el presente como si fuera otra dimensión. El mismo entorno donde vivo provoca eso. Lo que se llama el ojo de la expresión es como un laboratorio que representa todo eso, es un gozo diario”.
Para Leo, convivir e interactuar con la gente es parte de su sentir, “tomar café, jugar, charlar, mientras hago todo esto, estoy haciendo arqueología”, en su espacio, hace ejercicio, cocina, “todo forma parte de mi trabajo”.
Leo es hijo de artistas de la Revolución Cubana, ahora es padre de dos varones, y del más pequeño, se pueden apreciar sus primeras expresiones artísticas en esta galería, su papá afirma que quiere seguir sus pasos “pero bueno, sólo dejamos que fluya”.
Para este artista reconocido internacionalmente, el desempeñarse como profesor en la Isla de la Juventud, Cuba, fue una de las mejores experiencias que le brindó una mejor comprensión de lo que es el conocimiento. Y en este momento, de su país, –último bastión del socialismo–, Leo refiere que en la ciudad se vive un momento de restauración, “se perciben cambios en la ciudad, y la calle es un proceso de transformación”.
La Habana es una ciudad de deleite, de baile, de música. En la que el barullo –acompañado del ron y del tabaco–, parece interminable, pero que a la media noche se mete entre las sábanas. Y el estudio de Leo D’Lázaro no es la excepción, su estudio baja la cortina alrededor de las 11 de la noche. Últimos minutos del día en los que retoca por última vez alguna de sus obras, se tomará un último expreso o invitará el último café del día, con un toque de helado de almendra. Sensación entre el ir y venir, entre el frío y el calor, entre lo líquido y lo sólido…
Y al término de la jornada Leo se considera “una persona de ciudad, me gusta la gente, las avenidas, los olores, las sensaciones, las voces. Siento necesidad de oír las voces. Yo me despierto por el ruido de la calle, reconozco el momento del día que es por el ruido. La energía –que es una palabra importante en mi vida–, se siente en cada momento del día. Al final siempre está presente porque es como toda la arqueología que abre y da paso a la ciudad”, expresa.
Artista para quien el amor es “todo lo importante, es todo lo que guía. Podría hacer un manifiesto del amor. Es la evolución del ser humano, me hace sentir y me gusta creer que estoy creando una especie de moral amorosa en toda la gente. Tal vez afuera de este espacio pasa otra cosa, pero una vez que se entra aquí, existe un sentimiento de entrega, es una iniciativa y eso es el amor”, ilustra Leo.
Así lo representa en “los 10 mandamientos del ojo del ciclón, lo que la gente tiene la obligación de hacer, son mandamientos del placer que dejamos de hacer, un poco por las normas, se trata de cambiar lo que es la vida cotidiana, si este lugar es parte de la calle, o la casa, o es un estudio, eso no queremos definirlo. Este es un lugar al que se puede entrar con un amigo o solo y no conocer nadie, pero el saber que esto existe, debe cambiar la experiencia”, explica.
Fuera de este mágico lugar, D’Lázaro Cubillas, transita por las calles de La Habana, “me gusta ver los rostros de las personas, sentir lo que sienten, sacar fotografías, sentarme el día entero en la calle”, o ver una buena película, leer poesía o escuchar música de Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina o Luis Eduardo Aute.
Artista que por su labor ha visitado diferentes ciudades, afirma que de Argentina lo enamoró el tango, de México su clima y su gente, de Europa la vieja arquitectura, pero en realidad “no me gusta mucho salir, porque este es mi lugar, me gusta más que la gente venga con sus experiencias, porque cada vez que las encuentras son miles de conexiones diferentes”.
En este su lugar, El Ojo del Ciclón, de la calle O’Reilly, esquina con Villegas, de la Habana Vieja.
