La oposición siempre está lista para construir las confusiones más peregrinas que le permitan presentar una supuesta narrativa de crisis y depresión económica. La verdad es que como economista y ciudadano estas tergiversaciones me parecen ofensivas y con una alta carga de irresponsabilidad para la comunicación pública. La estridencia con la que impulsan estas campañas es directamente proporcional al éxito que está teniendo la economía mexicana en un ambiente de crisis mundial y de reconstrucción post-neoliberal.
Es una gran lista de temas que se han utilizado, pero en esta ocasión me gustaría referirme al tema de la deuda en el contexto de la aprobación de la Ley de Ingresos de la Federación para 2023.
Como se sabe, en el periodo neoliberal la deuda no solo creció vigorosamente (el 75% del monto acumulado pertenece a los sexenios de Calderón y Peña Nieto) sino que estos recursos se utilizaron para enriquecimiento de la élite mexicana en distintos actos de corrupción.
Aquí es necesario recordarle al atento lector que las cargas de deuda son pesos que se arrastran a lo largo del tiempo puesto que estas se suelen contratar a mediano y largo plazo; por ello es por lo que es necesario distinguir conceptualmente entre la deuda primaria y la deuda bajo la óptica de los Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP). La primera se refiere al endeudamiento del gasto del gobierno frente a sus ingresos, la segunda refleja la carga que proviene del pasado.
En este sentido, la promesa que se ha cumplido y que se encuentra dentro de la solidez de la gestión económica del actual gobierno es la de no elevar la deuda más allá del 0.3% del PIB, magnitud establecida por el poder legislativo como techo en materia de balance primario. En este sentido, la cifra para 2023 se colocará en 0.2% por debajo de este límite.
En materia de la deuda RFSP el monto ha llegado a 3.8% del PIB y esto se debe al entorno global de altas tasas de interés. El lector debe recordar que la actual crisis económica mundial que ha generado una tormenta inflacionaria ha devenido en el encarecimiento de la deuda. No obstante, es necesario recordar que aun así, el gobierno ha desarrollado una administración creativa para renegociar la deuda mediante mecanismos financieros con el objetivo de liberar recursos anuales que sean dedicados a la inversión productiva.
Como resultado de esto tenemos que el gasto programable (la parte del presupuesto que es suceptible de utilizarse para la planeación) ha aumentado de 22.5 a 29.3% y la inversión física del sector público alcanza ya un crecimiento de 9.4% en lo que va del 2022 para llegar a un aumento del 3.7% con respecto al PIB en materia de inversión pública que representa el gasto duradero que será la base de crecimiento a mediano y largo plazo de nuestro país.
El colmo del cinismo de la oposición ha sido el de hacer pasar el ajuste en la deuda RFSP por el entorno de altas tasas de interés por el de un desbalance en la deuda primaria. O bien son absolutos ignorantes en la cuestión o le mienten al país deliberadamente. El caso es que las cifras son incontestables. El país atraviesa la tormenta económica mundial con solidez y en una tendencia de crecimiento y desarrollo.