La semana pasada se expusieron los cambios en las relaciones laborales en el país, como resultado de las políticas de corte neoliberal. Hoy es turno de presentar con mayor detalle la expresión y materialización política del conflicto que se da a partir de la estructuración productiva impulsada por las empresas trasnacionales. Que, dicho sea de paso, tiene su origen en la contradicción entre el capital y el trabajo que se potencia con el desarrollo de las fuerzas productivas.
Existen diversos trabajos en los que se documenta el aumento de la desigualdad económica producto del neoliberalismo. Pero en pocos se atiende el fenómeno desde la raíz; desde la pérdida de representatividad de las y los trabajadores mexicanos y los mecanismos que por derecho han ganado para organizarse al interior de las unidades productivas. Espacio desde donde se produce y distribuye la riqueza generada.
Para muestra se tiene la reducción en los registros de afiliación sindical en el país. Condición que explica la asimetría en las negociaciones entre las grandes empresas multinacionales y los empleados mexicanos. Antes de la firma del TLCAN, el porcentaje de trabajadores sindicalizados era del orden del 22 por ciento, y posterior a su implementación la cifra disminuyó a la mitad. Y la sociedad más que estar preocupada por esta situación, se presenta ajena a la problemática que ello implica, pues, de acuerdo con encuestas realizadas en la materia, la desconfianza hacia los sindicatos en el país es algo que se presenta en al menos el 46 por ciento de los ciudadanos mexicanos, sólo la policía y los partidos políticos presentan resultados menos alentadores.
Ante este desprestigio, y el poco interés por cambiar las estructuras sindicales se fueron cercando derechos laborales elementales, como son la supresión del voto universal, libre, directo y secreto para elegir a los dirigentes sindicales, la permisibilidad a la reelección de las directivas sindicales y la falta de transparencia de los fondos públicos transferidos a sindicatos. Provocando que al interior de los procesos productivos los trabajadores mexicanos no tuvieran una efectiva representación, y en la opinión pública (e incluso en la academia) se cayera en la falacia de tratar como partes iguales a los trabajadores y a los empleadores. Nada más alejado de la realidad, pues se omite el hecho de que una relación salarial es una relación de subordinación per se.
De ahí que desde la década de los 70, y hasta el año 2018, el salario mínimo en nuestro país se mantuviera estancado en términos reales. Dando como resultado no sólo el registro de los salarios más bajos al interior de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE); también los más bajos de América Latina. La explicación a esta situación se encuentra en la lógica de la política neoliberal que privilegió a las empresas multinacionales, quienes al amparo de su demanda de mejores condiciones de competitividad negociaron con el Estado mexicano neoliberal políticas de reducción de costos, teniendo al costo laboral (los salarios) como una de sus prioridades. Me pregunto si los defensores de los intereses de las empresas extranjeras entenderán que una empresa que sólo es competitiva a partir de pagar salarios de miseria no es una empresa eficiente.
Por fortuna, también desde 2018 se impulsó una política dirigida a fomentar la democratización sindical. Posibilitando con ello la reflexión y formación de una cultura laboral distinta a la fomentada en los años de auge neoliberal. El reto ahora consiste en trabajar para que las y los trabajadores mexicanos tomen conciencia de su condición objetiva como generadores de riqueza. Y se entienda en el país que las afectaciones en materia jurídico laboral alteran también el marco jurídico de bienestar social ya que —más allá de las modificaciones de las formas contractuales, en la regulación de los conflictos obrero-patronales, y los registros sindicales— se altera la garantía del pleno ejercicio de los derechos sociales consagrados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, al obstaculizar el acceso de toda la población al desarrollo social.
En entregas siguientes hablaremos de como durante el periodo neoliberal, la Secretaría del Trabajo estuvo al servicio de las empresas, más que de los trabajadores.