Por: Valentina Pérez Botero
@vpbotero3_0
El discurso sobre el cambio climático ha hecho énfasis en las terribles consecuencias que la tierra puede sufrir como resultado de la sobreexplotación humana. Pero ese desenlace, semiapocalíptico, se ve, en la mayoría de los casos, desde una óptica lejana que impide actuar en el ahora.
Mario Molina, premio nobel de química, advirtió durante el foro México 2013 que “la mentalidad de invertir en el medio ambiente a largo plazo se acabó, tenemos que hacerlo hoy”, porque los efectos ya se están sufriendo.
La inversión cortoplacista no sólo afecta la falta de continuidad en la visión de Estado –políticas públicas que mueren cada sexenio- sino en las decisiones para enfrentar retos ambientales. Molina insiste sobre la necesidad de actuar de manera preventiva para evitar los rescates de emergencia, siempre más costosos e improvisados.
Ejemplo de esto se tiene en los cada vez más intensos meses de sequía en el norte del país, que invariablemente ponen en jaque la seguridad alimentaria mexicana y contribuyen tanto a la volatilidad de los precios de la canasta básica como al empobrecimiento del campo.
El titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Juan José Guerra, apuntó que constitucionalmente los mexicanos “tienen derecho a un medio ambiente sano, limpio” por lo que prometió que las acciones de este nuevo gobierno priista irían destinadas a garantizarlo, al buscar generar un crecimiento económico bajo consumo y emisión de carbón y al cuidado de la biodiversidad.
Las presiones ambientales crecientes a las que se ha sometido México y todo el mundo con el cambio climático exigen, como lo apuntó Dolores Barrientos, representante para México del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que se pase de los buenos diagnósticos sobre el tema a políticas públicas que permitan remediar esta situación.
¿Es, por ejemplo, el crecimiento verde una opción para México?
