(18 de octubre, 2014).- Tal como sucedió con Calderón, Enrique Peña Nieto ha descansado su presunta estrategia de seguridad en la detención de altos capos de la droga. No obstante, de acuerdo a la periodista Adela Navarro, se mantiene el mismo problema de siempre: No se ataca la estructura de los cárteles y por ello se mantiene, puesto que es éste conjunto de elementos los que finalmente accionan el “negocio”.
El caso más reciente es el de Vicente Carrillo Fuentes, alias “El Viceroy”, otrora líder del cártel de Juárez, por quien Estados Unidos ofrecía 5 millones dólares por información que ayudara a su de detención, mientras que el gobierno mexicano hacía lo propio con 30 millones de pesos. Amabas recompensas, más que la importancia del capo, exponen económicamente el cuantioso valor del cártel.
Como bien explica la directora del Semanario Zeta, el hermano de Amado Carrillo no controlaba solo los territorios donde tenía presencia su organización criminal, sino lo hacía con el apoyo de una fuerte estructura criminal, que al igual que otros cárteles incluye un brazo armado (La Línea en este caso), células delictivas que operen en las distintas plazas, sin dejar de lado una importante ruta de tráfico de enervantes iniciada comúnmente en Centroamérica.
Todos estos elementos físicos y simbólicos que conforman una organización criminal, “representan y generan”, asegura Navarro en su columna Sortilegioz, los recursos ilegales con los que el llamado “Señor de los Cielos” se encumbró hasta morir, luego fueron heredados por su hermano y ahora alguien buscará obtener.
Es por ello, como refiere la periodista mexicana, que resulta fundamental no sólo la detención de los máximos jefes criminales, sino también golpear su estructura, confiscar los millones que poseen, asegurar el armamento, decomisar propiedades y automóviles, incautar toda la droga, y debilitar todo aquello que erige una organización de este tipo, pues de otra forma se mantendrán como lo ha demostrado el de los Arellano Félix o el de Sinaloa.
El problema con el “Viceroy” radica en que el margen de herederos está sumamente reducido, pues de sus ocho hermanos sólo sobreviven cuatro de los que no se sabe mucho. Y es entonces que Navarro se pregunta: “¿Cuántos lugartenientes se pelearán por el poder del Cártel de Juárez? ¿A quiénes se enfrentarán los sicarios de “La Línea” para mantener el control de esa organización criminal? ¿Intentará el Cártel de Sinaloa, acérrimo enemigo del de Juárez, apoderarse del territorio?”.
A la espera de que se asigne un nuevo sucesor, sucederá como anteriormente ocurrió en Sinaloa y Baja California: se desatará una guerra interna por el control, se dividirán territorios, se crearán escisiones y especialmente se “avivará” la violencia.