Roque Dalton, el amor por vivir

Por Andrés Piña

” When you awoke again in flames,

you carried me with you…”

-Luis J. Rodriguez

(28 de mayo, 2014).- La  poesía es la metáfora de la vida de un poeta, es ese producto de la creación misma que existe entre el artista y la obra, es en otras palabras un testimonio que elabora frente a la tempestad de su tiempo, allí se graban en cada verso y en cada idea, el amor y el dolor de la vida, traducida ya no en un simple género  literario, sino en una expresión mimética que replica la realidad; el dios contempla su propia obra, que pronto habrá de devorarlo. Hablar de Roque Dalton, es hablar de estas dos categorías. Es saber que no hay una barrera entre la creación y la intimidad; el poeta solo existe gracias a lo que nombra en sus poemas.

 La narrativa oculta de los versos, es en Roque Dalton la instauración de una rebelión,  que pinta a una época  repleta de grandes luchas sociales, pero sus poemas no son solamente esa batalla; son también ventanas y tabernas, puertas a otros cuartos, son Joyce y sus críticas a la religión católica, son el velo de maya de un Borges bibliotecario, son Julio Cortázar leyendo las “Feas Palabras” en París. La poesía del pirata Dalton, es sin duda Centroamérica con olor a México y Nicaragua, es Cuba y Honduras, es el universo salvadoreño que se expande.

Y es que Roque ya es un clásico en la mayoría de los países latinoamericanos, porque Roque es de todos. Nació un 14 de mayo de 1935 en San Salvador, después de estudiar en un colegio jesuita y de haber pasado fugazmente por una formación académica con aroma a jurisprudencia, se dedicó a las Ciencias Sociales y a la Antropología, estudios que explican la gran capacidad con que el poeta entiende algunos conceptos marxistas, como bien podemos ver en los ensayos: “Imperialismo y Revolución en Centroamérica” y El Salvador en la Revolución Centroamericana”.

Sin embargo es en México en dónde  publica su primer poemario: “La Ventana en el Rostro”, allá por el año 1961. Dicho esto regresemos a 1957, año en que ingresa al PC y viaja a la Unión Soviética. Tres años después en su país, ese gigante que nunca vio Mistral, Dalton es condenado a muerte. Aquí  las anécdotas junto con la leyenda del poeta, se vuelven a mezclar con el humor y la ironía que aparecen en sus poemas. Alberto Híjar Serrano me contó  una vez, que en esos años se rumoraba que Roque Dalton era sumamente alegre, sin embargo me dijo que él nunca lo conoció así, “conmigo era muy serio” me confesó y se notaba un dejo de tristeza en sus ojos.

Pero regresando al punto en el que estábamos, Dalton escapó esa vez gracias a un temblor, dicen que la pared de la prisión se derrumbó por culpa del sismo, ocasionando que el poeta burlara la ejecución.  No se sabe bien si fue verdad, pero volviendo al principio de la mitad pues no nos gusta narrar las cosas de manera exacta, “La ventana en el rostro” es el primer poemario de Roque y también  es una gran obra como pocas. No por nada aparecen en sus hojas: “Los locos” poema sobre esos seres curiosos, que anuncian la sentencia de que a “los locos no nos quedan bien los nombres”. Y es cierto, Roque Dalton sabe que muchas veces uno no se identifica con ese otro, el del nombre y apellido, el del retrato. “Hora de la Ceniza” por otra parte, es un poema de una sensibilidad extrema. Aquí el poeta nos canta: “cuando  yo muera / solo recordarán mi júbilo matutino y palpable”. Tal y como lo afirma Benedetti al escribir: “A veces el humor de Roque no apela a la ironía sino a la mera alegría de vivir.”

Es cierto, Dalton solo parece existir al momento en que escribe poemas, con la misma devoción juguetona con la que impulsa a las revoluciones. No lo podemos negar, es el 62 y hemos llegado  para tomar “El turno del ofendido”, libro lleno de algunos de los más bellos poemas del corsario salvadoreño. En esta obra primero sucede: “La Noche”, poema único en su tipo, en el cual aparecen diversas referencias a la obra poética de Borges, quizá por eso aparece al principio de los versos una cita del autor argentino. Entre ellos ronda una frase que anuncia el futuro, la vida y la poesía vuelven a ser una misma, justo en el momento en que leemos que el poeta se siente: “herido gravemente de vida”; así pasó Roque Dalton la mayor parte de sus días, así describe su propia naturaleza, como una herida que espanta a la muerte, en este lugar no hay tiempo para un final. Pero si existe un pequeño altar para “Las feas palabras”, poema en el que alcanza otro nivel estético completamente distinto;  el campo semántico que se abre en sus versos es enorme y se abre para todos, no hay palabras de algunos, hay palabras solamente y hay que recatarlas, “con manos piadosas” nos dice Dalton, hay que otorgarle la importancia al lenguaje del pueblo, aquél que construye las bases de todo movimiento poético.

 A pesar de esto, todavía quedan dos poemas que los críticos consideran como dos de los mejores trabajos, si se puede usar esa palabra, del poeta y guerrillero. Uno  de ellos es: “Desnuda”, poema en el que Dalton narra con una voz suave: “Amo tu desnudez / porque desnuda me bebes con los poros, / como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo”. Aquí el poeta está en la cumbre de la sensibilidad, está inmerso en la continúa  sensación de la experiencia. “Desnuda” es un poema que pretende conservar la imagen, como se conserva algo físico, el poeta quiere enterrar a la mujer sin ropa, la quiere ver todo el tiempo como esa fusión estética entre el surrealismo y el erotismo, dos conceptos que parecen ser uno pero que en el poema encuentran un nexo, el cual permite claramente hacer la diferencia y al mismo tiempo apreciar el producto de esta conexión.

Al final viene el poema que a mi juicio, es al mismo tiempo una carta de despedida y un poema de amor,  “Alta hora de la noche” es tal vez el lugar en donde confluyen las grandes preocupaciones  de la poesía de Dalton.  Es su “Hijo de la luz y la sombra”, pues lo mismo que Miguel Hernández, Roque incluye en “Alta hora de la noche” todo el contenido poético que considera relevante y lo incluye justamente en lo que el poema no dice; la maestría y la forma se transforman completamente. Si bien en las “Feas palabras” trataba de rescatar un campo semántico, acá lo importante es lo que no menciona, lo que está detrás de esa frase que dice: “Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.”

“El turno del ofendido” es sin duda, el mejor poemario de Dalton, es cierto que con “Taberna y otros lugares” gana el premio: “Casa de las Américas”, pero éste no alcanza a tener la altura de “El turno del ofendido”.  A pesar de que en la forma mantiene una línea y juega combinando esas dos cosas en nuevas estructuras narrativas, no hay poemas de la talla de “Desnuda” ni mucho menos de “Alta hora de la noche”. Cabe decir que “Los Testimonios” poemario intermedio entre estos dos, es una búsqueda entre imágenes, en la cual se nota la increíble fascinación y amor que tenía el poeta por México y su cultura. Los poemas más relevantes como: “Mirador” y “El Coyote” son claramente un ejemplo de esto.

“Un libro rojo para Lenin” junto con “Historias y Poemas de una Lucha de Clases”, sin olvidar los poemas incluidos en “Las Historias Prohibidas del Pulgarcito” y un “Libro levemente odioso”, son una extensión de Dalton, son una necesidad por compaginar revolución y poesía. La manera en que utiliza  la concepción tradicional del verso solo para mofarse de él, es increíblemente genial. Sin embargo los poemas muchas veces se tornan repetitivos.

En este momento Dalton quiere unir a toda costa su trabajo como militante y su trabajo poético, pero parece no poder hacerlo, los tiempos cambian, el poeta se ve asolado por problemas de todo tipo y lo sabe, por eso en “Profesión de Sed” termina por decir que “lo que es bueno para la vida, es bueno para la poesía”, pretendiendo con esto salvar la cuestión.

Lamentablemente este intento de unión  se verá interrumpido un 10 de mayo, cuando el poeta es asesinado después de haber regresado contra todo pronóstico a su país, para unirse a las filas revolucionarias que comenzaban la guerrilla en el Salvador. Sin embargo la leyenda no termina aquí, no hay finales hay comienzos. A partir de este momento inicia el mito de la vida y la obra de Roque Dalton, un mito que no es otra cosa que una explicación poética. Nada lo detiene, el amor por vivir que profesaba el pirata seguirá andando en sus poemas, influyendo y alumbrando este siglo.

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