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Simón, el rastreador de Cocula

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(17 de mayo, 2016. RevoluciónTRESPUNTOCERO).- Cuando el fundador de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), Miguel Ángel Jiménez Blanco, necesitó alguien que le ayudara a buscar a los 43 normalistas de Ayotzinapa; surgió el nombre de Simón Carranza entre los vecinos del municipio de Cocula.

El albañil de 52 años conocía muy bien los cerros del municipio, tras años de trabajar el campo con su familia de agricultores en el Estado de Guerrero, “era una cosa del destino que me trajo aquí” cuenta Simón, como si todavía no creyera que lo hubieran escogido para rastrear a los estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”.

Desde diciembre de 2014, Simón y Miguel Ángel recorrieron el municipio de Cocula pasando alrededor de cuatro meses en la sierra, solos y sin el apoyo de ningún equipo de reconocimiento ni de la Policía Federal ni del Ejército Mexicano.

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“Es que yo conocía todos los cerros de ahí de Cocula de cuando se perdieron los 43 (…) y como decían que se los habían llevado para el basurero, entonces de ahí comencé yo, nomás de puro conocer los cerros” relató Simón.

Miguel Ángel y Simón fueron los primeros en llegar al basurero de Cocula, donde, según la versión de la Procuraduría General de la República (PGR), fueron incinerados los cuerpos de los 43 estudiantes a manos de la banda criminal Guerreros Unidos, luego de ser secuestrados por agentes de la Policía Municipal de Iguala.

Esta fue la explicación oficial bautizada por el exprocurador Jesús Murillo Karam como la “verdad histórica”, misma que Simón Carranza niega rotundamente al asegurar “nomás estuvimos en el basurero un ratito y nos dimos cuenta de que no íbamos a encontrar nada”.

De hecho, durante la visita de ambos rastreadores al basurero, ellos no encontraron vestigios del supuesto incendio que consumió los cuerpos de los 43 estudiantes, supuestamente asesinados por sicarios del Cártel Guerreros Unidos. Los indicios del fuego debieron ser enormes ya que, según estimaciones del perito especialista José Torero, los asesinos habrían requerido de 30 toneladas de madera que permanecieran ardiendo durante 60 horas seguidas.

Aquel día, Miguel Ángel y Simón solamente encontraron a cuatro personas incineradas pero un kilómetro abajo del basurero de Cocula. Los huesos quemados estaban sobre una cama de piedras distribuidas de forma que el oxígeno avivara el fuego por debajo y habían usado diesel mezclado con gasolina como combustible, así como leña y neumáticos de automóvil.

Los huesos de estas cuatro personas, de acuerdo con Simón Carranza, pudieron haber pertenecido a algunos de los normalistas desaparecidos o a cualquier otra persona asesinada por Guerreros Unidos en la Región Norte del Estado de Guerrero.

-¿Entonces no cree la versión de la procuraduría?

-Yo pienso que es una mentira porque en el basurero yo bajé y no, yo no vi ninguna huella de que hubiera cuerpos quemados ahí- contesta sin chistar.

 

Los otros desaparecidos

Instalados en Amatlán de los Reyes, Veracruz, la Primera Brigada Nacional de Búsqueda se dedicó desde el 10 hasta el 22 de abril de 2015  a localizar fosas clandestinas, en las que Los Zetas enterraron a los desaparecidos de la zona de las Grandes Montañas veracruzanas.

Al frente de la brigada estaban Mario Vergara y Simón Carranza, ambos del colectivo “Los Otros Desaparecidos de Iguala” también fundado por Miguel Ángel Jiménez, luego de que el ataque a los 43 estudiantes visibilizara el fenómeno de la desaparición forzada en el Estado de Guerrero. Sobre todo en los municipios de Cocula, Iguala y Chilapa, en éste último un comando sitió la ciudad durante una semana -del 9 al 14 de mayo de 2015- llevándose a 30 personas de las que no se volvió a escuchar.

Ya en Veracruz, “Los Otros Desaparecidos de Iguala” es uno de los colectivos que entrenan a los familiares que buscan a sus seres queridos en fosas clandestinas. Junto a ellos están los sabuesos de Sinaloa, los perros de Iguala, los cascabeles de Coahuila. Todos ellos expertos en rastrear a sus familiares desaparecidos, a falta de acción de las procuradurías y fiscalías mexicanas.

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La gran mayoría de los rastreadores tienen uno o más parientes desaparecidos y todos comparten un resentimiento contra los organismos de justicia en México, quienes son incapaces de localizar a sus familiares, mucho menos de encontrar a los culpables.  Por esa razón ya no buscan a quienes lo hicieron sino a sus seres queridos, algo que dejaron muy claro desde que pisaron tierras veracruzanas.

La misión de la Primera Brigada Nacional de Búsqueda se cumplió en una quincena de trabajo, durante dos semanas localizaron 15 fosas clandestinas con centenares de huesos de personas asesinadas y calcinadas por el crimen organizado.

Simón, rascándose la cabeza nerviosamente, confesó que le “da mucha pena saber que si los encuentro yo, es porque ya están difuntos, pero ellos también tienen que ser encontrados para que descansen sus familias”, pues asegura que un simple “huesito” de los desaparecidos puede aliviar el dolor de sus parientes.

Es por eso que Simón se despertaba primero que todos durante las búsquedas de la brigada, el albañil cincuentón es todo terreno como la camioneta que los trasladaba a la sierra veracruzana. La principal herramienta de Simón es su vista, confía en una técnica que como dice “no tiene falla”.

Según las enseñanzas de Miguel Ángel, al cavar un hoyo en la tierra alteramos el color del suelo por las capas que traspasamos, por lo que la tierra que cubre los agujeros está revuelta, más blanda y hundida o amontonada dependiendo del tiempo de la fosa.

“Alrededor del hoyo hay tierra de otro color porque nunca devolvemos toda la tierra que sacamos cuando excavamos la fosa, por eso prefiero ver y no usar la varilla si no es necesario” explica Simón, hincado al pie de una fosa que resultó ser solamente un agujero en el suelo.

Tras verificar el terreno, Simón procede a realizar un pozo de sondeo, expresión que resume el hecho de cavar a pico y pala, hasta encontrar indicios de que el pozo es -o no- una fosa clandestina. En un punto se introduce una varilla de acero para analizar la dureza del piso y, al extraerla, la huelen para detectar el olor de la putrefacción de un cuerpo.

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Sin embargo, Simón dice que muchas veces los cuerpos ya no emiten olores después de estar enterrados en el suelo por más de dos años, por eso prefiere cavar y espera a encontrar algo o nada.

“Muchas veces hay que pensar como criminal, esos cabrones no se rompen mucho la cabeza para enterrar la gente, se van por la fácil un hoyo chico para uno o grande para varios y ya vámonos, no pierden el tiempo acomodándolo porque no les interesa esa persona, si ya la mataron qué les va a importar, sólo a los familiares les importa esa persona” reconoció Simón, quitándose el sombrero sudado después de una tarde de búsqueda.

Esta técnica ayudó a que familiares de personas desaparecidas encontraran 70 fosas clandestinas con más de 104 cuerpos solamente en Iguala, en el 2014, esto según el informe “Justicia Fallida en Guerrero”, presentado por el director del Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro”, Mario Ernesto Patrón Sánchez.

Lo Mario Patrón no informó fue que Miguel Ángel y Simón encabezaron la mayoría de las búsquedas. De hecho, a Simón le ofrecieron trabajo como experto en búsquedas por parte de la PGR pero todavía no ha aceptado, por miedo a que lo condicionen en su labor, “es de pensarle entrar a trabajar de lleno con la PGR” porque se siente “atado” cuando trabaja con las autoridades, aseguró.

 

Gigante chaparrito

La Brigada de Búsqueda tiene una manera particular de describir a Simón Carranza y es a través de una anécdota del movimiento zapatista, cuentan que el Subcomandante Marcos alguna vez describió a la Comandante Ramona como una “gigante chaparrita” que cruzaba la Selva Lacandona con paso firme y dejando tras de sí su huella bien marcada para que los demás la siguieran.

El Subcomandante seguía a Ramona tropezando a cada rato pero siempre viendo sus huellas para no perderla de vista, entonces notó que el piso era demasiado duro como para que alguien de su peso y estatura dejara una huella tan profunda. Marcos medía y pesaba el doble que la Comandante, además usaba botas gruesas pero sus pasos apenas y se marcaban en el suelo.

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Tiempo después en los Altos de Chiapas, el Subcomandante le contó lo sucedido al Viejo Antonio quien se sonrió y explicó de inmediato lo ocurrido. Antonio narró que los dioses mayas en los primeros días crearon a hombres y mujeres gigantes, quienes tenían la tarea de guiar con sus huellas a los que eran de estatura promedio.

Pero la importancia de estos hombres y mujeres generó envidia entre los más pequeños, entonces los dioses se reunieron para buscar la forma de ocultar la grandeza de estos gigantes. La solución fue reducirlos de tamaño a una estatura más pequeña que el resto.

Sin embargo, los dioses olvidaron reducir el peso de los gigantes chaparritos por lo que dejaban huellas profundas en el piso y seguían marcando el camino que los otros hombres debían seguir para no perderse.

Simón es uno de esos gigantes chaparritos según los miembros de la Primera Brigada en Búsqueda de Personas Desaparecidas en Veracruz, porque su huella es la primera en el monte y la más profunda, así los miembros de la brigada no se pierden en tierras desconocidas.

 

Búsqueda incansable

Bastaron 4 días para que la Brigada de Búsqueda encontrara lo que estaba buscando. El viernes 15 de abril de 2016, hallaron 11 sitios con osamentas humanas calcinadas en un cafetal del municipio de Córdoba.

Antes habían buscado en cañaverales, ríos, arroyos, pozos y cuevas. Todas ellas exploradas por Simón cuya complexión delgada y garruda le permite entrar en cualquier lado.

Sin embargo, a diferencia de todos los involucrados en las búsquedas de fosas clandestinas, Simón no tiene a ningún familiar desaparecido, algo que genera suspicacia entre las víctimas de la desaparición forzada. A pesar de ello, Simón Carranza se considera “solidario” con las familias afectadas por la violencia en México.

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Lo que impulsa a rastreador de Cocula, según el propio Simón Carranza, es hacer algo contra los maltratos que sufren las víctimas de la desaparición forzada, “te va quedando odio adentro después de cada cuerpo que encuentro enterrado, es chiquito como un granito de mostaza pero cuando los familiares encuentran a sus muertos va disminuyendo” narró el exalbañil guerrerense.

Esto también lo ha guiado para salir de Guerrero a capacitar a los demás familiares que quieren hacer la misma labor en todo el país. Ahora Simón busca difundir lo que aprendió a lado de Miguel Ángel durante las búsquedas de Iguala y quiere que aprendan a rastrear correctamente, basándose en información precisa.

“Lo más importante es la información, que te digan un punto exacto para no andar papaloteando” explicó Simón,  picándose la palma de la mano izquierda con el dedo índice de la derecha para enfatizar lo que decía.

Esos datos precisos, proporcionados por la propia población, le permitieron a los brigadistas hacer en cuatro días, trabajo que la Fiscalía General de Justicia del Estado de Veracruz no pudo hacer en 4 años.

 

 Si tienes miedo mejor ni vengas

El principal consejo que Simón Carranza tiene para los familiares de personas desaparecidas es perder el miedo a buscarlos.

“Peligro lo sabemos perfectamente que lo tenemos desde que salimos al campo y sabemos que tenemos riesgo de morir, pero si tenemos miedo entonces para qué vamos ¿para ver nada más? mejor me quedo aquí” aseguró Simón, aunque cuando lo dijo ya estaba arriba de la camioneta que los llevaba a la búsqueda de fosas clandestinas.

Y es que sin deberla ni temerla, Simón se ha puesto en riesgo tras un año y 4 meses de buscar fosas en diversos estados del país como Veracruz, Guerrero y Durango. Además, acude a cursos de capacitación, actividades que lo hacen más visible para quienes no quieren que “desentierre el horror” como él mismo dice.

Por eso  la familia de Simón Carranza le pide que se olvide de los desaparecidos y de las fosas clandestinas para regresar a su vida de albañil en Cocula, pero él dice que no puede.

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El viernes 7 de agosto de 2015, Simón llegó a Iguala después de una salida a la Ciudad de México y recibió una llamada de Miguel Ángel Jiménez.

-¿Cuándo vienes a Iguala? – le preguntó Simón

-Voy a andar allá el miércoles, traigo información de varios puntos, yo creo que ahora sí vamos a dar con los 43- contestó emocionado Miguel Ángel.

Esa fue la última vez que habló con el fundador de “Los Otros Desaparecidos de Iguala”, a Miguel lo mataron al día siguiente en la salida a Xaltianguis de la carretera México-Acapulco. Lo encontraron a bordo de su taxi, bañado en sangre, cuando reportaron su vehículo abandonado a la orilla de la carretera.

Simón, desde entonces, ya no sólo busca consuelo para las familias, ahora también quiere seguir con el legado de Miguel Ángel.

“Hay que arriesgarse a lo que venga, dicen que nadie nace antes de la hora ni se muere después de la hora si Dios lo dijo hasta aquí vas a llegar, ahí te quedaste así estés en tu casa… si me dicen que necesitan mi apoyo más tiempo, yo me quedo” declaró y se acomodó los guantes para seguir la búsqueda.

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