Este 31 de agosto se cumple un año de la publicación del primer artículo de la Sección T de Tecnología. En estas 24 columnas hemos abordado temas que van desde la inteligencia artificial hasta la inclusión y comunicación social. Han colaborado en este espacio especialistas en educación, telecomunicaciones, ciencias del comportamiento, comunicación social, cómputo en la nube, inclusión financiera, tecnologías de información y colaboración, sobre código abierto y en desarrollo sustentable.
El objetivo del equipo original era generar una discusión pública sobre el uso de la tecnología para la transformación social. La generosidad de Jonathan Pérez, Director General de Revolución 3.0, de abrirnos el espacio, nos permitió desarrollar temas que eran de nuestra inquietud hace un año, así como abordar asuntos emergentes, como lo fue el anuncio de la herramienta Chat GPT y sus implicaciones para nuestra vida en sociedad. Asimismo, el contar con este espacio, nos ha permitido extender la red de colaboradores con personas interesadas en contribuir en la agenda alrededor del uso de la tecnología por parte del Estado.
En el transcurso de este año se formó el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, que reemplaza al Conacyt, lo que sentó las bases para la transformación del sector humanístico, tecnológico y científico del país. La ley se fundamenta en el derecho humano a la ciencia para asegurar que toda la población mexicana goce del beneficio del desarrollo humanístico y científico, así como del desarrollo tecnológico y de la innovación.
Este proyecto ambiciona construir la soberanía tecnológica de México, lo que ha representado una gran oportunidad para esta columna, en la que como comunicadores nos sentimos comprometidos en la construcción de una opinión pública crítica e informada, y como profesionales de nuestras distintas especialidades, responsables de contribuir en la definición de las prioridades y matices de la investigación en humanidades, ciencia y tecnología para promover un desarrollo social que haga justicia a los sectores más rezagados del país y garantice nuestra soberanía.
La primera Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación representa un parteaguas en la orientación de los recursos públicos para la innovación. En el antiguo régimen los criterios para la selección de los proyectos estaban sesgados para beneficiar procesos productivos de las grandes corporaciones. Se utilizaban como un incentivo más de los gobernadores para atraer la inversión extranjera a su Estado, lo que generaba no solo una clásica “carrera hacia el abismo” como ocurría en México con los niveles de salarios bajos del período neoliberal, sino una distorsión del propósito de los fondos para el desarrollo que dejaban sin el efecto esperado del recurso.
Ahora, con la consolidación del Sistema Nacional de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación HCTI, no solamente se evitará ese perverso juego de las corporaciones en detrimento de las finanzas públicas, sino que se amplían las áreas de innovación haciendo explícitas las humanidades, la filosofía, las artes y las ciencias sociales y se impulsa el avance del conocimiento en las áreas que requieren la atención del Estado; desde las prioridades nacionales por la autosuficiencia; hasta las emergencias sanitarias, como la de la epidemia del COVID 19; o la mitigación del cambio climático. Asimismo se establece la obligación del Estado de apoyar a la ciencia básica y la investigación de frontera, para que nunca más sea olvidada, además de que el presupuesto público deberá ser siempre mayor que el del año anterior, atendiendo al principio de progresividad y no regresión garantizando las libertades de cátedra, investigación y expresión.
Así como la junta de gobierno del CONAHCYT se fortalece con representantes de la Comunidad Académica, de la Iniciativa Privada y con representantes de la CNDH y del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, es necesario que esta columna aborde temas como el desarrollo del campo y la autosuficiencia alimentaria, el papel de los pueblos originarios en la vida nacional, tanto urbana como rural, la protección del medio ambiente y la mitigación de los efectos del cambio climático. Temas que nos lleven a revertir la idea del progreso sin límites, a esa que lleva a la construcción de sociedades tan opulentas como desiguales, que luego se colapsan para restaurarlas bajo los mismos principios.
Como sociedad tenemos el enorme reto de incorporar en la discusión pública las diferentes dimensiones de las humanidades y, de esta manera, integrarlas en las prioridades de investigación que promueve el Estado. Esto no solamente hará que se cumpla el espíritu de la ley, sino que servirá para contrarrestar la lluvia de amparos a la misma de quienes controlaban el antiguo Conacyt por medio de una sociedad más y mejor informada. Como editorialista de la columna me uno a la promoción del debate público y hago una extensa la invitación a quienes quieran abordar desde su campo de especialización a colaborar en esta sección para continuar aportando a la transformación de este país bajo los principios que inspiraron esta columna cuando recién salimos de la pandemia y estábamos recomponiendo nuestra interacción social.
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