Pasó más de medio sexenio y, al parecer, México no se convirtió en Venezuela, como vaticinaban algunos. Sin embargo, en las últimas semanas se ha vuelto a poner en duda qué significa eso de “convertirse en Venezuela”, la consigna favorita para atacar a cualquier opción política de izquierda en el mundo.
Estados Unidos, con tal de sancionar a Rusia, tuvo que abandonar su puesta en escena protagonizada por Guaidó y reconocer al presidente Maduro para negociar que el petróleo venezolano sustituyera al ruso en el mercado internacional.
Entonces, de pronto Venezuela ya no era eso que nos habían contado muchos medios hegemónicos, como los que suelen publicar mentiras descaradas en portada y una disculpa o fe de erratas en cualquier rincón de la página 9 al día siguiente.
En cuestión de horas, Maduro pasó de ser un dictador y terrorista buscado por los gringos, a ser de nuevo reconocido como el presidente constitucional de su país, con quien forzosamente había que negociar y discutir sobre el porvenir de la oferta de petróleo a nivel mundial.
Al mismo tiempo, Venezuela pasó de ser el referente de pobreza y/o bloqueo yanqui, según se le mire, a ser un país clave en el tablero económico y energético internacional, capaz de seguir poniendo en jaque a los Estados Unidos. ¿Esa es la Venezuela en la que nos íbamos a convertir?
Por su parte, México ha estado protegiendo no solo el bolsillo de las familias, sino la economía nacional, pues mantener el subsidio a las gasolinas está manteniendo a raya la inflación, ya que transportar cualquier producto o servicio requiere, evidentemente, de gasolina.
En la misma semana del aniversario de nuestra expropiación petrolera, estadounidenses cruzaban la frontera para cargar combustible en México. ¿Será que AMLO nos convirtió en Venezuela?
