“El trabajo de un cancionista habita una frontera muy rara que está entre la música, la literatura y la estética”, comenta Paulo Piña en entrevista para Revolución TRESPUNTOCERO.
Originario de La Paz, Baja California Sur, y formado en Xalapa, Veracruz, el compositor explica que, al momento de estudiar las propuestas de canciones en la actualidad, siempre resulta fácil identificar ciertos ritmos o géneros, como bolero, pop, rock, entre otros, lo cual considera solo el primer elemento de análisis: lo musical.
El segundo elemento es el literario, es decir, la letra, que muchas veces se desprende de la poesía. Sin embargo, a decir de Piña, tanto lo musical como lo literario terminan siendo liderados por la propuesta estética.
“Lo digo aventurándome un poco: la música que hacemos todos los músicos ‘comerciales’ es muy vieja, es muy básica, está todo dicho, los estilos ya están todos hechos y es por eso que nuestro trabajo se centra en la estética y por eso empiezan a surgir nuevas corrientes”, detalla.
En este sentido, se trata de “una búsqueda constante, que siempre está mutando. Inicialmente yo empecé mi trabajo admirando mucho la obra de Chico Buarque, Tom Jobim, Caetano Veloso, Milton Nascimento y de los trovadores, inevitablemente”, confiesa.
La principal enseñanza de la trova, según Piña, es que figuras como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y demás autores, le mostraron un abanico de canciones que “no necesariamente tenían que hablar de amor, como ocurría anteriormente (…) fue como el despertar, a decir: ‘ok, ahí está la estructura, pero podemos hablar de un montón de cosas’”.
“Yo me nutro mucho de otras artes, he estado muy vinculado al teatro porque he hecho mucha música incidental y mi hermana es actriz”, agrega.
Para el cantautor, su propuesta radica en buscar “lo que puede ser diferente a través de una poesía y de un momento estético, pero que a lo mejor se nutre de documentales de la televisión, o de una obra de teatro, o de una pintura, o de una pieza de danza, que no puede ser traducida a una canción pero sí podemos, a través del momento estético, apelar a ello y jalar al público”.
“Si de repente te enfrentas a canciones mías como ‘Lonely beautiful’, ‘Micro pom pom’, ‘Porno Halloween’, ‘Gonzalo’… no hay explicación, y un poco es a propósito, esa era la idea desde estas enseñanzas con los cancionistas y los trovadores: ‘ah, ok, entonces podemos hacer un desmadre aquí’”.
De esta manera, Paulo Piña lanza, en primera instancia, un anzuelo que llama la atención o le “jala el tapete” de la comodidad al escucha, quitándole —aparentemente— todo el sentido a la letra, pero aún así, evocando imágenes contundentes y emociones muy profundas.
Sus canciones pueden llevarte, de la manera más abrupta, desde un tierno recuerdo de la infancia y la familia, hasta una anécdota decadente, patética o dolorosa de la vida adulta. Siempre con una mirada cínica y pesimista sobre la existencia, conjuga la melancolía con el humor, la poesía con lo vulgar y la ciencia ficción con un relato personalísimo cargado de añoranza, desamor y soledad.
“Para pegar en tu pelo”, por ejemplo, plasma un juego de realidades en el que, mientras la historia de la humanidad sucede ante nuestros oídos, un niño espera a su amada en el kinder, inmutable al tiempo, para pegar en su pelo, su chicle azul.
“Trato de estudiar mucho las imágenes, que las letras provoquen un encuentro del escucha con algo que ya no es música, con una sensación, con un olor, con un escenario (…) Inevitablemente, al principio llegas tirando golpes sin saber a qué le vas a pegar y, en mi caso, siguiendo las enseñanzas de Luis Alberto Spinetta, todos los días hago apuntes de canciones”, cuenta.
Carpetas de audios donde “balbucea” melodías sin letra; libretas donde comienzan a aterrizar las ideas, nutridas de conversaciones ajenas, notas de su celular o referencias de documentales, son algunas de las herramientas de donde nacen sus canciones, las cuales han conformado una propuesta que —medio en serio, medio en broma— él mismo llama: “pop rock neo sudcaliforniano estridentista”, haciendo honor a su tierra natal y al movimiento estridentista xalapeño.
“Antes de ser músico, soy melómano, y es por eso que me siento afortunado de ahora poder estar de este lado (…) es un trabajo que ha estado viviendo en medio de lo académico y lo popular, desde el año 2007”, algunas veces con apoyos de Conaculta o de las instituciones culturales de Baja California Sur y de Veracruz.
Paulo Piña ha sido merecedor del Premio Nacional de Composición María Grever y ha lanzado los álbumes: “Canciones que hablaban de nosotros”, “El cumpleaños del perro (mentiras frecuentes acerca de la canción mexicana y las carreras de lavadoras)”, “Gracias por nada” y “Antología”. Actualmente trabaja en un nuevo disco que se llamará “El grabador de la zanahoria”.